Los enemigos abiertos –y también los agazapados- del gobierno del presidente Duque, no cesan en el empeño de atacar, de mentir, de sembrar toda suerte de mitos y difundir cuanta mentira se les ocurre.
Duque encontró un país hecho añicos, con una economía descuadernada y una sociedad totalmente polarizada. Si algo hay que reprocharle al mandatario fue el no haber hecho un corte cuentas claro, completo y público respecto del gobierno de Santos.
Aquella equivocación, que delata la bonhomía de Duque, un hombre conciliador que quiere gobernar mirando hacia delante, le ha salido bastante costosa, pues los problemas que hoy están aflorando fueron todos, sin excepción, enervados durante el mandato nefando de Santos.
Recuperar a Colombia es una tarea compleja que requiere de tiempo, persistencia y paciencia. Flaco, flaquísimo servicio le prestan a ese propósito quienes se han dedicado a lanzar cargas de profundidad contra el gobierno en estos primeros 4 meses de mandato.
En materia de orden público, era necesario hacer un cambio estructural en la cúpula, el cual se produjo y el resultado ha dejado satisfechos a los más reconocidos expertos. Un hombre recio, corajudo y sin pelos en la lengua como el general Jaime Ruiz Barrera, presidente de ACORE –Asociación Colombiana de Oficiales Retirados- no dudó en aplaudir a los nuevos generales designados al frente de las Fuerzas Militares, el Ejército, la Fuerza Aérea y el almirante que quedó al mando de la Armada Nacional, a quienes calificó de troperos y valientes.
El único descontento que hay, es respecto al director de la policía, el general Atehortúa, un oficial muy cercano al polémico y cuestionado general Óscar Naranjo, sujeto peligroso que a pesar de estar en el retiro insiste en seguir controlando a la policía nacional.
Es muy pronto para alzar la bandera y enarbolar logros del gobierno, pero no lo es para aplaudir de pie muchas de las iniciativas emprendidas en distintas áreas que en el corto y mediano plazo darán frutos y se constituirán en obras perdurables para nuestro país.
Toda acción de gobierno despierta rechazos, los cuales son bienvenidos en una democracia. Pero hay asuntos de Estado que están por encima de las diferencias partidistas o ideológicas.
Aquellos que sin ser de izquierda, critican desaforadamente al presidente Duque, no pueden olvidar que Colombia está en manos de un dirigente decente, demócrata y respetuoso del ordenamiento constitucional y legal, cosa que no sucede con el corrupto Gustavo Petro, quien fue el segundo en las elecciones presidenciales de este año.
Duque es un presidente que oye consejos y sugerencias. Su gobierno no ha sido ni será distante. Una de sus principales características es que él es consciente de que todas las medidas que sean emprendidas por su gobierno pueden ser perfectibles, porque sabe que el debate de ideas enriquece la acción de del Ejecutivo.
No se trata de defender a Duque por simple capricho, sino de respaldarlo certeramente para que su gobierno sea exitoso por el bien de Colombia y para evitar que siga gestándose la alternativa antidemocrática y corrupta de la izquierda radical que lidera el cuestionado Gustavo Petro, señalado de recibir bolsas llenas de dinero provenientes de la mafia.
La situación se reduce a escoger por cuál camino habrá de transitar nuestro país: el de la democracia o el del oscuro totalitarismo castrochavista que ofrecen Petro y sus adláteres, entre los que se cuenta, por supuesto, la agresiva Claudia Nayibe López y Antanas Mockus, dos de sus principales electores en la pasada campaña presidencial.
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