A último minuto, buena parte de la agenda legislativa que estaba agonizando en el Congreso de la República, se salvó, en buena medida por el impulso que le dio el presidente del Senado, Ernesto Macías y el trabajo del presidente Uribe que ha logrado consolidar una coalición que ha facilitado la aprobación de los proyectos fundamentales del gobierno del presidente Iván Duque.
En el debate se aprobó una reforma que resulta fundamental: la introducción de la segunda vuelta para la elección del alcalde de Bogotá.
Asegurar la gobernabilidad de la capital colombiana es una tarea urgente. Resulta inaceptable que los últimos alcaldes de la ciudad han ganado con una mayoría muy reducida de votos, lo cual ha impactado negativamente su gobernabilidad.
En 2011, Gustavo Petro ganó con el 32.22% y en 2015, Enrique Peñalosa con el 33.18% de los votos.
Bogotá tiene un censo electoral de 5.7 millones de personas y aquello obliga a que la persona que sea elegida como alcalde mayor de la ciudad goce de la mayor representatividad posible.
Por eso, de manera inteligente y acertada, el Senado aprobó la introducción de la segunda vuelta cuando ningún candidato tenga como mínimo el 40% de los votos. Así las cosas, en adelante los capitalinos tendrán la garantía de que su alcalde será un persona que goce del respaldo de una amplia e incontrovertible mayoría ciudadana. Así se evitará el cúmulo de iniciativas tendientes a revocar mandatos, las cuales entorpecen el libre desarrollo de la administración y se constituyen en talanqueras para la administración eficaz de la ciudad.
Una de las principales opositoras a esa importante iniciativa fue la senadora Angélica Lizbeth Lozano, pareja permanente de la agresiva Claudia Nayibe López quien es precandidata a la alcaldía de Bogotá.
Inadmisible que una congresista cuya pareja busca la alcaldía de la capital legisle en beneficio de ella. Está claro que Nayibe López sabe que la izquierda tiene un techo del 35%, razón por la que en una eventual segunda vuelta le va a quedar muy difícil ganar las elecciones previstas para octubre del año entrante.
No es aceptable que la izquierda siga ejerciendo su función parlamentaria fortaleciendo sus cálculos políticos y no pensando en el bienestar de la capital colombiana, que necesita urgentemente fortalecer la gobernabilidad de sus alcaldes.
Flaco servicio prestan los legisladores que le apuntan a que en Bogotá sigan eligiéndose alcaldes con votaciones minoritarias. Si en 2011, por ejemplo se hubieran unido todos los candidatos que se oponían a Gustavo Petro, éstos habrían obtenido más del 56% de los votos, resultado que seguramente se hubiera visto reflejado en una segunda vuelta.
Acá no se trata de atajar candidaturas a través de la introducción de iniciativas que son democráticas y necesarias, sino de fortalecer la legitimidad de los alcaldes de la ciudad más importante de Colombia.
Publicado: diciembre 19 de 2018
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