Belisario Betancur inició su carrera política en medio de la turbulencia causada por el enfrentamiento bipartidista de mediados del siglo pasado. Sus primeras acciones estuvieron enmarcadas en el sector más radical del conservatismo, particularmente en el grupo denominado los camisas negras, agrupación de la hicieron parte Eduardo Carranza –poeta de derecha- y Silvio Villegas, este último uno de los fundadores de los denominados “leopardos”, organización que propendía por la instauración del fascismo en nuestro país.
A comienzos de los años 50, luego de culminar su periodo como diputado de Antioquia, Betancur se estableció en Bogotá donde fue descubierto por el dirigente conservador y jefe absoluto de ese partido, Laureano Gómez.
Empezó como columnista de El Siglo, periódico fundado por Gómez y José De la Vega en 1936 para hacerle frente a los desmanes del liberalismo, acentuados durante el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo.
No hay duda alguna de que Belisario Betancur, “Belico” como le decían sus compañeros de lucha política por aquella época, era un laureanista de tiempo completo. Fiel a su sobrenombre, era un hombre beligerante, firme en la defensa del ideario conservador y del discurso de quien fue elegido como presidente de la República en 1950, Laureano Eleuterio Gómez Castro.
Al momento de la posesión de Gómez, Belisario tenía 21 años. A pesar de su juventud, se convirtió en uno de los más fieles, disciplinados y aguerridos defensores del gobierno que prometía establecer el cooperativismo en Colombia y que planteaba una reforma estructural a nuestro régimen político y una lucha frontal contra la delincuencia y los violentos que estaban llenando de sangre al territorio patrio. En su discurso de posesión ante la corte suprema de justicia, Laureano sentenció que “el homicida es el peor enemigo de la sociedad. Sabiéndolo tal, el gobierno hará caer sobre él todo el peso de la autoridad pública, y quien prive de la vida a su semejante no espere ninguna clase de disimulo o benevolencia…”.
Poco tiempo estuvo el presidente Gómez al frente del gobierno. Una afección médica, lo obligó a separarse del poder el 5 de noviembre de 1951, poco menos de 15 meses después de haber tomado posesión.
Le entregó el mando a su designado, Roberto Urdaneta quien fungió como presidente hasta el aciago 13 de junio de 1953, día en el que el usurpador Gustavo Rojas Pinilla dio el golpe de Estado, acción antidemocrática que abrió la puerta para que Belisario Betancur Cuartas empezara a lucirse en la política, batiéndose contra todos y contra todos como un gladiador de la democracia, término con el que el presidente Uribe lo calificó tan pronto se enteró de su fallecimiento el pasado 7 de diciembre.
En efecto, una vez se consolidó la satrapía de Rojas Pinilla, la cual contó con el respaldo irrestricto del liberalismo y del sector ospinista del partido Conservador, Belisario Betancur en compañía de otros laureanistas –Carlos Sardi Garcés, Alfredo Araujo Grau, Luis Ignacio Andrade, entre otros- integró el célebre “escuadrón suicida”, un grupo de luchadores políticos que con su voz y su entereza de espíritu le hizo frente a los abusos y arbitrariedades del régimen corrupto e ilegítimo de Gurropín, acrónimo que se utilizaba para referirse al dictador.
Su valentía le costó bastante cara. Fue encarcelado y brutalmente torturado cuando en medio del encierro tomó la decisión de no hacer caso de las órdenes que le impartió un suboficial ignorante que a punta de culatazos e insultos intentó acabar con sus convicciones políticas, las cuales iban en contra de los intereses mezquinos del régimen oprobioso que había puesto en suspenso nuestro sistema democrático.
El paso de los años ablandó la entereza ideológica de Betancur. Poco se recuerda de los bríos que caracterizaban su carácter cuando empezaba a recorrer el camino que después de dos derrotas –en 1970 y 1978-, lo llevó a la presidencia de la República en 1982.
Betancur claramente no fue un presidente laureanista. Su gobierno fue gris, sin personalidad y marcado por las tragedias. Primero la del Palacio de Justicia y luego de la Armero.
En vida, dijo que una vez se produjera su fallecimiento, debían ser publicadas sus memorias, las cuales develarán, de una vez por todas, lo que sucedió aquel noviembre de 1985, cuando un comando terrorista del M-19, financiado por Pablo Escobar, tomó e incendió a la sede de la justicia de nuestro país. Se ha dicho que su mando fue desconocido por los militares que integraban la cúpula de la época, pero él, en múltiples ocasiones asumió públicamente la responsabilidad de lo ocurrido.
Lo cierto es que, sin duda alguna, con la muerte del expresidente Belisario Betancur Cuartas, ha partido el último laureanista que había en nuestro país.
Publicado: diciembre 9 de 2018
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