Circula el tráiler del documental La Negociación que transmitirá Cine Colombia sobre el acuerdo entre Santos y la banda terrorista de las Farc en el que se encasilla al presidente Uribe como parte de los “enemigos” del proceso con ese grupo delincuencial.
Aquella sindicación además de ser alevosa y temeraria, resulta mendaz. El presidente Uribe jamás en su vida se ha opuesto a la negociación política con los grupos armados ilegales. Cuando era candidato en el año 2002, fundamentó su campaña sobre un manifiesto democrático de 100 puntos. Uno de ellos, el número 41 decía: “soy amigo del diálogo con los violentos, pero no para que crezcan sino para hacer la paz. Pediré mediación internacional para buscar el diálogo con los grupos violentos, siempre que empiece con el abandono del terrorismo y cese de hostilidades. Para el desarme y la desmovilización puede haber todo el plazo que se requiera. Urgencia para el cese de hostilidades, paciencia para los acuerdos finales… La agenda temática de la democracia no se debe negociar bajo la presión de los fusiles, pero a quienes los porten deben ofrecer condiciones para que los abandonen y hagan valer sus ideas en los escenarios de la democracia”.
Desde su llegada al gobierno, a través de su alto comisionado para la paz, el doctor Luis Carlos Restrepo, buscó acercamiento con todos los grupos armados ilegales a los que se les tendió la mano. El requisito sine qua non para sentarse a dialogar era el cese inmediato y absoluto de todas las acciones ilegales.
Uribe jamás descartó la búsqueda de un acuerdo con las Farc ni el Eln. Rechazó, eso sí, la negociación en medio de las balas y el despeje territorial, pues el nefasto experimento del Caguán resultaba imposible de repetir.
Con los grupos de autodefensa se logró el desarme total de esa estructura, llevando a los responsables de crímenes atroces a la cárcel y a sus máximos cabecillas a los Estados Unidos en condición de extraditados, pues el narcotráfico no fue un asunto de negociación.
El presidente Uribe, como jefe legítimo de la oposición al gobierno de Santos, expresó sus puntos de desacuerdo frente al proceso con las Farc. Nunca dijo estar en contra de la negociación con esa banda criminal, pero sí señaló aquellos asuntos que debían ser corregidos para que la paz, además de ser duradera, tuviera un mínimo de legitimidad.
Santos y sus principales aliados, entre ellos los cuestionados senadores Roy Barreras y Armando Benedetti, se dieron a la tarea de vender la idea de que Uribe y el uribismo eran los enemigos de la paz, señalamiento que pone una lápida sobre la espalda del expresidente y jefe del Centro Democrático.
Resulta altamente preocupante que el Cine Colombia difunda en sus salas un documental que alienta aquella tesis mentirosa, pues en un país como el nuestro, con los elevados índices de violencia que se aún se registran, ese tipo de mensajes pueden motivar la comisión de acciones antisociales contra las personas que la irresponsable directora de ese trabajo, Margarita Martínez, encasilló como “los enemigos” de la negociación adelantada en La Habana con los genocidas de las Farc.
Acá claro que hay unos enemigos de la paz. Ellos son los terrorista que, a pesar del perdón que recibieron, continuaron traficando droga hacia los Estados Unidos, o los delincuentes que prefirieron seguir en la ilegalidad, como es el caso de alias Iván Márquez.
Pero también son enemigos de la paz aquellos militantes políticos que producen y proyectan documentales en los que ponen en grave riesgo la vida e integridad de actores legítimos de la democracia, acusándolos de lo que no son. Si algo llega a sucederle a quienes aparecen sindicados en el malhadado documental, los responsables directos serán la directora del mismo, Margarita Martínez y el presidente de Cine Colombia, Mounir Falah.
Publicado: noviembre 27 de 2018
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