El hecho de que tenga como “contraparte” a la Fiscalía en muchos de los procesos que atiendo en desarrollo de mi labor como defensor no es obstáculo para referirme a la situación que enfrenta el jefe del ente acusador, máxime cuando advierto de entrada una encerrona injusta contra él. Y, a pesar de que no he estado de acuerdo con muchas decisiones tomadas por fiscales delegados del doctor Martínez Neira (al punto de denunciar a varios), es necesario advertir también que en otros casos han acertado. Toda obra humana es imperfecta, así algunos se crean infalibles. Lo cierto es que el Fiscal General ha tenido que dar explicaciones y, por esas paradojas de la vida, está enfrentado en este momento a las mismas vicisitudes que aquellos que se encuentran encartados en una investigación penal. Siempre lo he dicho: la vida está escrita por un maestro del misterio.
Desde un primer momento, el nombramiento del Fiscal General despertó muchos resquemores y críticas, por cuenta de los supuestos impedimentos que a la postre tendría como consecuencia de su exitoso y prolijo ejercicio como abogado litigante. Cientos de ataques llovieron sin que nadie reconociera la valía de un hombre meritorio que se hizo a pulso hasta llegar a lo más encumbrado del poder y la juridicidad, y que, dicho sea de paso, nunca tuvo una sanción disciplinaria o de otro tipo. Tampoco mereció una sola opinión el hecho de que nuestra Constitución y la misma ley no previeran como inhabilidad o incompatibilidad para ocupar el cargo de Fiscal, aquella razón enarbolada por los malquerientes de Martínez. Se trata de un proceder muy colombiano: solo ver lo malo en los demás, sin reconocer nada bueno nunca, y aplicar la norma legal solo cuando esta nos da la razón.
Las muertes de Jorge Pizano y del hijo de este fueron el detonante de la explosión, porque a la narrativa ya sembrada en la calle contra el Fiscal, por sus aparentes conflictos de intereses e intenciones oscuras, le llegaron ingredientes novelescos que la masa consume con avidez: asesinato, cianuro, grabaciones en custodia a periodistas, el hombre más rico de Colombia, Luis Carlos Sarmiento, etc. Antes el grueso de la sociedad no le prestaba mucha atención al cuento de Odebrecht; ahora es como una serie de Netflix que la gente no puede parar de ver. Los que están detrás del complot son muy buenos en eso de inventar historias; hay que aceptarlo.
Así la veo yo: Néstor Humberto Martínez fue el único funcionario público, el segundo con más poder después del presidente, en enfrentarse desde hace cerca de dos años de manera decidida y valiente a la impunidad regalada por Santos a las Farc en La Habana. Literalmente, “les paró el macho”: desenmascaró a las ‘disidencias”; encontró el “billetal” escondido de la guerrilla, representado en bienes, empresas y testaferros; documentó violaciones, secuestros, asesinatos y toda suerte de atrocidades cometidas por esos bandidos, que estaban en el anonimato. Mención aparte merece la posición del Fiscal frente a la JEP, pues los desnudó y los hizo ver como lo que son: un tribunal infame, instituido para beneficiar en todo a las Farc. El único que de verdad puede y quiere frenar a las Farc es el Fiscal y con eso se ganó a unos grandes y peligrosos enemigos: la dirigencia guerrillera y sus amigotes de la “izquierda legal”, que buscan desinstitucionalizar el país para que un candidato del mamertismo se haga al poder en las próximas elecciones, ante el “fracaso” del establecimiento. Petro y compañía andan en eso, al igual que no pocos periodistas zurdos que son la caja de resonancia de ese tenebroso montaje.
El otro enemigo de Néstor Humberto Martínez es la corrupción: nadie puede negar que el Fiscal está dispuesto a meter presos a los que están acabando con el país, así hayan sido sus clientes en el pasado (ya lo ha hecho). La orden a todos sus funcionarios es darles con toda a los corruptos sin mirar poder, partido o amistad. El Fiscal no tiene amigos; su único deber es salvaguardar la justicia y luchar por los colombianos de bien. Habiendo tocado a tantos pesos pesados, el Fiscal engrosó su ya por demás larga lista de antagonistas.
La historia de Pizano le cayó como anillo al dedo a los que quieren ver por fuera de la Fiscalía a Martínez. Me consta lo siguiente en relación con este punto: a uno de mis socios, en las oficinas de la firma en Bogotá, Jorge Pizano le manifestó en reiteradas oportunidades que de ser injustamente procesado por el contrato Tunjuelo-Canoas, se suicidaría ingiriendo cianuro o disparándose, dependiendo del lugar en donde llegaran a capturarlo; pero, como ya todos sabemos, un infarto se le adelantó. La muerte del hijo parece haber sido un lamentable accidente, según allegados a la familia.
Se le censura al Fiscal General el no haber denunciado unos hechos que, según las propias grabaciones de las conversaciones publicadas, no le constaban del todo a Pizano. También se señala al Fiscal porque, siendo un particular no puso en conocimiento de las autoridades judiciales los hechos materia de discusión y por no haber denunciado a su propio cliente, sin tener certeza de lo que en realidad había ocurrido; sin embargo, se pasa por alto el hecho de que, siendo Fiscal, fue precisamente Néstor Humberto Martínez, quien judicializó a Odebrecht y está llevando a la cárcel a sus socios, incluyendo al presidente de Corficolombiana, filial del grupo AVAL. Ante esa lógica del absurdo de los enemigos del Fiscal, es mejor no gastar más tinta.
Espero que el Fiscal se mantenga firme ante la tormenta y que por cuenta de este episodio, reflexione, y en lo sucesivo no les exija a sus funcionarios resultados como si de gerentes de banco se tratara; más bien, que les pida ponderación y equilibrio en el otorgamiento de garantías a los investigados, porque no hay nada más terrible que el atropello de la injusticia. Bien lo dijo el maestro Francesco Carrara: “Todo hombre honorable, podrá pensar que nunca en su vida cometerá un delito, pero ay de aquel tonto que crea que nunca será investigado”.
La ñapa I: La familia de Pizano a través de un comunicado rechazó el uso sesgado de las grabaciones entre el difunto y el Fiscal General, por parte de algunos medios de comunicación y políticos oportunistas. Más claro imposible: para los Pizano no hay nada que reprochar del comportamiento de Martínez Neira.
La ñapa II: Da risa que el periodismo “independiente” quiera tumbar al Fiscal por actuaciones que no tienen relevancia penal y tampoco ética, (Martínez hizo lo apropiado en los momentos correspondientes) cuando secundaron al nefasto Eduardo Montealegre, en todas sus ocurrencias. Esos periodistas “independientes” guardaron silencio frente a la corrupción y al despilfarro de Santos, al tiempo que comieron de la pauta estatal. Pretender objetividad en esos personajes es como buscar santidad en un burdel. En el mundo entero no hay periodismo independiente: todos tienen sus propios intereses y responden también a unos de mayor jerarquía. A otro perro con ese hueso.
Publicado: noviembre 25 de 2018
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