Algo no está bien…
Cuando las personas encargadas de velar y cuidar por sus semejantes muestran indicadores tan preocupantes en su salud mental. El bienestar y equilibrio emocional de los Médicos es un requisito indispensable que se exige para que el acto médico cumpla su objetivo y propósito integral: prevención de patologías y promoción de hábitos saludables. Cuando este no se logra, diagnóstico oportuno y tratamiento en las enfermedades .Finaliza cada acción con la rehabilitación del individuo y su reinserción social. Así, devolvemos a la comunidad un ciudadano productivo superado ya del malestar consultado. Es el desempeño de la profesión ante el individuo y la sociedad.
En USA se describen 400 casos suicidios/año en el grupo médico, el doble de la población general en ese país. Oscila entre 28-40 médicos por cada 100.000 habitantes. (Mayo Clinic, Stanford Medicine, USA). Por otra parte, en los médicos en formación, los residentes, es la segunda causa de muerte.
La principal causa es la depresión, con cifras superiores que la población. Doce (12%) la padecen los médicos y hasta un 30% entre los médicos residentes. Le siguen el alcohol y el uso de estimulantes.
Quizá el factor de peor pronóstico y grave consecuencia es que el facultativo, a pesar de tener los síntomas de depresión, se niega a consultarlo. Trata de evadir la estigmatización que produce esta enfermedad .Le atemoriza que lo consideren no apto o con poca solvencia emocional para ejercer la profesión que eligió. Se encierra, lamentablemente, en el laberinto de las emociones negativas.
Relacionado con este capítulo de salud mental hay una condición previa detonante: el síndrome de agotamiento extremo o “burnout” (estar quemado) .Por definición, es un estado de decaimiento crónico (físico, mental y emocional) causado por inflado o excesivo estrés.
Cansancio crónico, fatiga emocional y actitud negativa ante la vida individual y la de los demás (Freudenberger H., 1974). Estas son las cifras del grupo médico: 54% lo padecen, 88% dicen estar en situación de moderado a excesivo estrés y 59% no le recomendarían a sus hijos que eligieran la medicina como profesión.
Algo no está bien….
Cuando la insatisfacción personal, la frustración y la ansiedad son los acompañantes en el ejercicio diario. La inseguridad económica, sentirse no bien remunerado y en algunos casos utilizados son elementos acumulativos que van llenando la copa del fracaso profesional.
No es posible pedirle a un facultativo en estas condiciones un actuar decoroso y honesto en su desempeño médico. Es la feria de las hostilidades: la del paciente ante un sistema de que no responde a sus expectativas y la del profesional sin recursos emocionales para salir adelante.
La deshumanización de la medicina que hoy nos quejamos obedece entre otros a estos elementos que interfieren en la relación médico-paciente máxima conjugación del acto médico. Un médico enfermo –suena paradójico escribirlo- no entiende compromiso social, responsabilidad comunitaria o agente de cambio del sistema o controlador de costos del mismo. Está solicitando ayuda para superar esta crisis individual de su entorno emocional. Un ”medico quemado” es altamente vulnerable y tiene mayores posibilidades de errores en la práctica diaria, este si uno de los grandes disparadores de costos y baja autoestima.
Las dimensiones progresivas de este síndrome de agotamiento son dañinas para la personalidad del afectado. Cuestiona al profesional su competencia, derrumba su motivación, le hace perder la empatía y el trato amable .La amargura interna se refleja en la poca tolerancia y el trato hostil a pacientes y equipo de salud. Es un toxico que interfiere todas las actividades colectivas e iniciativas de grupo. Termina aislado y emocionalmente encadenado a la frustración.
Una de las prioridades del Ministerio de Salud, como organismo rector del sistema, debe ser la fuerza laboral que lo integra. Cuidar que su recurso humano tenga mejores condiciones laborales, procurar un entorno saludable que evite o disminuya el impacto de estas condiciones en el trabajo. Promover dentro de las instituciones una oficina de recurso humano integrada entre otras por unidad de salud mental de apoyo para monitorizar el clima organizacional. (psiquiatría-psicología-trabajo social) .Se deben realizar campañas de información que detecten a tiempo estos dos males de altísima morbilidad y nefastas consecuencias. Se hace necesario enseñar y divulgar que estas situaciones existen, son recuperables y necesitan orientación adecuada –profesional! – para lograrlo.
Hay que quitarle el misterio a la depresión; según la OMS hay más de 300 millones de personas con este padecimiento y es la principal causa de discapacidad laboral. Sus bases bioquímicas cada vez más las conocemos y esta depleción de neurotransmisores tiene ya equivalentes farmacológicos que los reemplazan. La construcción de pensamientos positivos empieza desde la infancia, el gran facilitador es la familia y su entorno. Los sistemas de recompensa individuales se forman a partir del actuar armónico y de la convivencia de este binomio.
Como profesionales de la salud debemos entender que el rendimiento laboral no consiste en exceso de trabajo, esto no lo enseñan las escuelas de medicina. Nuestros mecanismos de gratificación cerebral exigen, además del horario laboral, la búsqueda y el disfrute de otras actividades complementarias; las relaciones familiares y sociales. Desarrollar un hobbie y practicarlo, cultivar el goce de la lectura y la música. Sacarle jugo a los momentos de reflexión y aprender de las caídas como parte integral de la formación personal.
Eso somos en esencia: seres sociales con una gran capacidad de recuperación y resiliencia.
Publicado: noviembre 2 de 2018
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