Lo más fácil siempre es culpar de todo al gobierno de turno. Errores se cometen y se pueden corregir al andar, pero el caso es que, gústenos o no, estamos todos montados en la misma barca, y sólo si remamos para el mismo lado, tendremos en nuestras manos la oportunidad de elegir el camino al progreso.
Progreso socio-económico que solo se logra sin más despilfarro irresponsable, con disciplina fiscal, cultura contributiva con sentido de propiedad, incentivando la inversión para; construir y generar empleos, lo cual genera más consumo, con lo que se abren oportunidades de producción.
Pero para poder acceder a ese sendero el mensaje del país no puede ser uno de total desacuerdo sobre el modelo de gobierno y el sistema de libre empresa, pues el capital es cobarde y encuentra otros horizontes.
Venimos de 8 años de una dictadura mediática, que funcionó de maravilla con el aceite lubricante y los aditivos de la grasera que manejaron divinamente, quienes de puestos familiares en la casa editorial saltaron a dedo, al manejo del Estado. Imperaron, un gobiernismo gremial que rayó en lambonería y el temor de muchos a un gobierno que no se paró en pelo para desplegar las acciones de toda su extensa batería lacaya, compuesta por sabuesos de muy diversa especialidad.
Santos se inventó que aquí el malo, el corrupto, el “paraco” era Uribe, para que los medios bajo su control e incentivos contractuales, tuviesen a quien echarle la culpa de todo, mientras él “como el mago Fu-Manchu, convertía a su amaño, en legal todo lo que hasta entonces había sido ilegal”.
Así la seguridad democrática como la política de Estado respaldada por más del 80% de los colombianos, fue destruida por Santos al desconocer sus cinco elementos; conceptos que nunca quiso ni logro comprender, pues su objetivo no era otro que comprar con nuestros impuestos y a cualquier precio, un acceso a la galería histórica de la efímera fama.
Santos cambió: la seguridad física para todos; la transparencia en el manejo del Estado; la cohesión social; las libertades y garantías sociales y la independencia de poderes; por una retórica de falsa paz, manejada con una grasera mediática de miles de millones de pesos, que repartían sus agentes colocadores de medios y la famosa “oficina del barrio Rosales” que empuñaba una fuerte tenaza estilo “camorra napolitana”, más poderosa que la de la propia “Oficina de Envigado”.
Y se pregunta uno si no es muy sutil la diferencia entre: Uno, la descarada máscara del frentero crimen callejero narcoterrorista, claramente injustificable y hoy más que nunca, “bien representado” en el parlamento e infiltrado en el sistema educativo, en algunas muy miopes centrales obreras, y hasta en algunas instancias del servilismo castrense que también desfiló por la Habana, saludando Raúl y sus generales; y dos, la careta y los artilugios del crimen de cuello blanco y el reparto en la social-coctelera capitalina de los mismos con las mismas, que no se expone nunca y pesca lisonjera, siempre a la fija.
Si el país de bien no apoya a Duque, hombre transparente y capaz que juega limpio en el ejercicio de la administración pública; si se queda cruzado de abrazos criticándolo en redes y repitiendo las falsas apreciaciones de “los propios” que titulan en los portales de los radio-juzgados matutinos y las operetas de la noche; si no hay sanción social dura y homogénea a quienes calumnian; si no recuperamos la ética en el ejercicio de las comunicaciones, de la justicia y las autoridades de control y de la política; y si no apoyamos al que elegimos y que ha demostrado en pocos días ser capaz de manejar el ejecutivo con decencia y sin atropello; entonces, estaremos auto-condenados a seguir sufriendo a cuenta de discusiones falsetas, entre dañinos mediocres izquierdistas amanuenses del narcoterrorismo, y antagónicos dinosaurios maldosos, como son algunos mediocres derechistas.
Si no paramos bolas y entendemos que el Futuro de Colombia es asunto de Todos, que debemos atender con sentido patriótico y compromiso cívico; seguiremos atados a las verdades de un día de los ocurrentes guionistas de la tragicomedia mediática que diariamente cambia de escándalo destructivo, como cambia de suspenso entre capítulos, una telenovela.
Si no le ponemos atención al estado de gravedad de lo recibido y apoyamos al gobierno; seguiremos a la merced de personas que hablan y opinan como si fueran sabios y supieran de todo, pero que va uno a ver y por preparación solo tienen estudios avanzados en chismografía y difamación viperina, que no tienen amigos sino fuentes y que gracias a lo empalagados que viven con lo que los Santos y su servil ministro mal llamaron “mermelada”, son los que llevan al país andando a paso acelerado, pero en reversa.
Si no nos apechamos todos de respetar la legalidad y de trabajar por emprender y manejar un proceso de cambio cultural que nos saque del vicio de la habladuría y la criticadera que solo sirve para defender los intereses del individualismo; seguiremos, esclavos “del que dirán mañana en los medios” y temerosos en función de quienes, no se si de gratis, pero le están tendiendo la cama a organizaciones criminales como las FARC-EP, el ELN el EPL, las bandas criminales criollas e internacionales, y sin duda al populismo totalitario que destruyo a Cuba y a Venezuela.
¿En dónde están los gremios? En dónde los dueños de los negocios que deberían estar en este quirófano ayudando a salvar el país. De poco sirven en NYC, París, Madrid o Miami, mientras la gran mayoría del empresariado nacional no puede ni quiere sacar sus capitales del país, entre otras porque si lo hace de inmediato serán divididos por un denominador igual a la tasa de cambio.
No dejemos más al país al garete, en manos de presidentes de gremios que fueron muñecos en la vitrina gobiernista de Cuba. No dejemos más al presidente solo y a las juntas directivas de los gremios en manos de la mentalidad inmediatista de quienes solo responden por un balance y administran nómina con plata ajena. Pongámonos la camiseta de Colombia, hoy que tenemos un gobierno decente y trabajador al que debemos ayudar a empujar el carro.
Da vergüenza saber que toda la bulla de esa matraca alquilada, todo ese ruido que estamos escuchando en criticas al por mayor, desaparecería como por arte de magia con el simple reparto de puestos y contratos, que Duque valientemente se ha negado a feriarle a todo tipo pájaros recicladores.
Salgamos del vulgar amancebamiento con anarquía y tengamos el valor de trabajar por un Futuro para Todos en función del progreso social y económico de nuestra Colombia. Pensemos en nuestros niños, a quienes los políticos locales les roban el alimento, y a quienes, por falta de propósito generalizado, les estamos robando con nuestra actitud, la esperanza.
Elegí voluntariamente no ser parte del gobierno precisamente para no perder mi independencia. Conozco y valoro al Dr. Duque, se que está hecho de tenacidad y de fortaleza, de preparación y de sensatez, es humano y cometerá errores, pero es un hombre honesto cuya sinceridad emana de su tranquilidad de conciencia; conozco sus capacidades y se que mientras más lo critiquen, mayor será su ritmo de trabajo y entrega en favor del país.
Los problemas de Colombia son asunto de todos y por ellos somos los únicos que podemos soñar, labrar y construir un país de oportunidades, progreso y equidad para todos. Es el momento de respetar la institución y la persona del presidente, de atender la guía del líder que elegimos, pues de lo contrario le estamos sirviendo en bandeja la libertad y el derecho al progreso, a un eventual totalitarismo en manos de un criminal disfrazado de abuelita.
Luigi Echeverry
Publicado: noviembre 14 de 2018
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