El decreto que expidió, esta semana, el presidente Iván Duque contra la dosis mínima de estupefacientes, ya encontró muchas ‘trabas’ por parte de quienes no están a favor de la medida y que insisten en que se está vulnerando el derecho constitucional del libre desarrollo de la personalidad.
Es en este momento en que surgen una serie de circunstancias, que lo ponen a uno a pensar sobre cuáles son los límites del ya famoso libre desarrollo de la personalidad.
Comencemos por decir que el artículo 16 de la Constitución Política establece: “Todas las personas tienen el derecho al libre desarrollo de la personalidad sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico”.
Aquí hago hincapié en el remate del artículo, cuando advierte que existen limitaciones frente a los derechos de los demás, es decir, -como se dice jurídicamente- que los derechos de una persona llegan hasta donde empiezan los de su semejante.
Pero bueno, a mi juicio y creo que el de muchos colombianos, es clave dejar absolutamente claro lo que no es el libre desarrollo de la personalidad. Es decir, la tergiversación que se le ha dado a este derecho fundamental.
No es libre desarrollo de la personalidad que un jíbaro llegue a las escuelas, colegios y universidades para entregarles ‘cortesías’ de estupefacientes de los niños y adolescentes para que ‘prueben’, porque son ‘libres’ de hacerlo.
Tampoco lo es quien consume y que se escude en este derecho para decirle a su familia que es ‘libre’ de hacer lo que quiera, incluso, en detrimento de sus hermanos o amigos que no tienen ese vicio.
No es libre desarrollo de la personalidad que, por ‘probar’, se queden viviendo en el infierno de la drogadicción y terminen en la calle, en la indigencia y, en el peor de los casos, delinquiendo para conseguir el dinero para satisfacer su ansiedad.
Nunca será libre desarrollo de la personalidad un vicio de este calado, que hoy tiene a más de 520 mil estudiantes de colegio, entre los 12 y los 18 años, que reconocen haber consumido algún tipo de estupefaciente, por lo menos, una vez en su corta vida.
Esta población representa el 15,9 % de los escolares del país entre los grados séptimo y once que han entrado en el mundo de las drogas, según el último estudio que revelaron los ministerios de Justicia y Salud.
Esto, en definitiva, no es libre desarrollo de la personalidad que tanto defienden quienes están en contra del decreto del presidente Duque, quien comenzó a atacar el problema del narcotráfico de raíz, ya que -bajo la sombra de la dosis personal- se camuflan mafias del microtráfico que tienen invadidas las ciudades colombianas.
El mensaje es sencillo y sensato: el verdadero derecho del libre desarrollo de la personalidad es el crecimiento del ser y no su destrucción.
Es ser irreverente, si se quiere, pero no cayendo en los vicios; es ser creativo, innovador, emprendedor. Es ser mejor ser humano en un ambiente de libertad, que genere nuevas expresiones culturales, artísticas, deportivas, empresariales que conlleven a ese crecimiento y no al deterioro del ser por culpa de las drogas ilegales.
Hoy Colombia tiene que aunar esfuerzos para proteger a los niños, adolescentes y jóvenes; sus familias y su entorno, propender que haya prevención para las futuras generaciones y no escudar un problema de salud pública y un negocio absolutamente ilícito en el amparo de un derecho constitucional.
En últimas, el país necesita tener una dosis, no mínima, de sensatez.
Publicado: octubre 5 de 2018
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