Hace tránsito en el Congreso de la República la reforma política, que, junto con otros proyectos, incluidos los de la fallida consulta anticorrupción, buscan depurar las costumbres que hacen daño al sistema política colombiano. Entre los temas que se debaten esta la implementación de lista cerrada para elección de corporaciones públicas, limitar a tres periodos presencia de personas en los mismos cargos corporativos, y unificación de periodos y elección de congresistas y presidente con la de alcaldes y gobernadores.
Desde hace años venimos presenciando, como si fuera obligatorio, el intento de varios gobiernos incluidos los de Uribe y Santos, por reforma el sistema político y electoral que nos rige. Cada gobierno tiene su propia propuesta y solución, como si el lío fuera de los demás y no del sistema, cada quien cree tener la solución para reformar un sistema político responsable de gran parte de los males del Estado. A su manera cada gobierno ha logrado avances significativos como la eliminación de suplencias en corporaciones públicas, modernización del sistema electoral como la eliminación de la papeleta por el tarjetón electoral y la tinta por la biometría (sistema que aún no logra el 100% de implementación), hasta llegar a la prohibición de publicidad, capitanes, arengas y flotilla de transporte el día de elecciones.
Todo lo que se haga por modernizar y cambiar las costumbres y formas que atenten contra el sano desarrollo democrático y legal de las actividades políticas y electorales serán bienvenidas, ni más faltaba. Pero también es urgente abrir el debate de cómo lograr también reformar a la esencia de la democracia y la política, el ciudadano. Es inaudito, incomprensible y lamentable, que paralelamente a las diferentes reformas que se han implementado, incluido la penalización de varias conductas electorales y políticas, el ciudadano sigue siendo el generador de los males que tiene nuestro sistema político y electoral.
Son ellos, el ciudadano, el elector, quien viene deteriorando y permitiendo la criminalización del sistema político. La mercantilización del sistema político, la compra y venta de votos les abrió la puerta a poderosas estructuras criminales, quienes, con su poder económico e intimidatorio se apoderaron de alcaldías, gobernaciones y corporaciones públicas, incluidas la Presidencia de la República con el sinvergüenza Ernesto Samper Pizano. De que nos sirve que sigamos avanzando en extraordinarias reformas si la esencia del sistema electoral se niega a corregirse.
Si el ciudadano y los mal llamados líderes comunales, no tuvieran el dinero como epicentro de los debates electorales sino las ideas, propuestas y proyectos, no necesitaríamos estar reformando el sistema político y electoral cada cuatrienio, como esfuerzo desesperado por decantar lo que no se decantara.
Es prioritario que el Gobierno Nacional, los partidos políticos, la academia, los medios de comunicación, las iglesias, y la sociedad colombiana, avancemos en la reforma del ciudadano que debe iniciar en escuelas y colegios, en los núcleos familiares, en los barrios y veredas. Si seguimos dedicados a reformar las causas nunca saldremos de este círculo en el que se convirtió la reforma política. El poder del dinero sigue pesando en los debates electorales, en la composición de listas, en los partidos políticos, avancemos para que las ideas sea el epicentro del sistema. Por ahora, esta reforma que hace transito no solucionará ni acabara con el imperio y el poder del dinero que se tomó gran parte de nuestra estructura electoral y política.
Publicado: octubre 29 de 2018
Los comentarios están cerrados.