El populismo se define como aquella “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”, según la Real Academia Española (RAE).
Dicha definición, por precaria que parezca, en las realidades políticas de algunos países de Latinoamérica ha reflejado su peor rostro o, mejor, su verdadera cara. Desastrosos acontecimientos que van en detrimento de los intereses colectivos de la sociedad, como en el caso de Venezuela, en parangón, con la opulencia de funestos gobernantes, quienes a través de la mentira, siembran rencores creando enemigos inexistentes para perpetuarse en el poder y dar a entender que ellos, y solo ellos, son los únicos salvadores del caos que han creado.
Dicho populismo, desde hace algún tiempo, quiere tener cabida en Colombia por algunos líderes de izquierda, que si bien son acérrimos en su postura opositora al gobierno nacional, lo que buscan –a toda costa- es una figuración cayendo, incluso, en el absurdo. En su afán de perseguir a esos enemigos imaginarios dejan de ser críticos y terminan siendo criticones; no hacen y tampoco dejan hacer. Y cuando llegan a gobernar, resultan incompetentes e inoperantes, muy cerca de la arena de la mediocridad.
El absurdo, al cual me quiero referir, es el intento pendenciero y casi inquisidor de sectores de la oposición respecto al ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla.
Ellos están en el escenario del todo vale y es necesario recordar la plenaria de la Cámara de esta semana, cuando protagonizaron un espectáculo circense, que vinculó argumentos vacíos, sin sustentos, gritos, arengas y ofensas, que acompañaron de símbolos, como los billetes con la cara del ministro Carrasquilla, que volaron por el Elíptico en una representación que no se acerca, siquiera, a la altura que debe tener una corporación legislativa como lo es el Congreso de la República.
Con argumentos pobres y denuncias sin sustento pretenden ‘tumbar’ como sea al Ministro de Hacienda y entran en un círculo vicioso de odio y rencores que carecen totalmente de una denuncia con sustento que pudiera dar lugar a que se estrene la figura de la Moción de Censura.
Esta situación me obliga a aclarar lo siguiente. Uno de los elementos normativos para que proceda la Moción de Censura, como figura propia del control político al Gobierno Nacional y a sus ministros, es que la causa para interponerla tenga relación con el ejercicio de las funciones propias del cargo que ostente actualmente, de acuerdo con la Constitución Política y la Ley 5ª de 1992.
Con el caso del ministro Carrasquilla, con relación a la insuficiencia en explicar la presunta vinculación con el escándalo de los Panamá Papers o los asuntos de la empresa Konfigura que son objeto de controversia, son aspectos que se determinan en ejercicio de su actividad económica privada, lo cual -en absoluto- involucra sus funciones en el cargo de Ministro que ostenta hoy y que desempeñó en anteriores gobiernos. De hecho, si se llegara a considerar que existen irregularidades en tales asuntos, no es el Congreso el que debe determinar dicha responsabilidad sino la rama judicial. Eso se llama separación de poderes.
Según los promotores de la Moción de Censura el Ministro no es idóneo para ejercer el cargo y pretenden juzgarlo por hechos anteriores a su llegada al gabinete del presidente Duque, lo que pone en evidencia la intención de los proponentes, pareciera, de querer interferir en el nombramiento de los ministros, cosa que es improcedente a través de la figura de la moción de censura. Además, con esa evaluación subjetiva y su intención de intervenir en la escogencia del gabinete, queda en evidencia que quieren invadir la órbita que solo le corresponde al Presidente de la República de escoger su gabinete, que en palabras concretas es su equipo de trabajo para gobernar en el cuatrienio.
Por esta razón, lo mínimo que se debe exigir es que respetemos el equilibrio de poderes que existe en Colombia, porque parece ser que el Congreso quiere actuar como una corte y los congresistas como magistrados, en un asunto en el cual no hay soportes ni pruebas de peso para que la Moción de Censura proceda.
El control político es una herramienta vital para que el país avance, pero este no puede estar acompañado de odios ni denuncias banales, sino de debates serios y sustentados, porque cuando carece de estos elementos básicos se entra en la arena del populismo barato que estamos viendo en Colombia y América Latina.
Publicado: octubre 26 de 2018
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