La guerrilla del ELN, considerada como una organización terrorista por los Estado Unidos y la Unión Europea, es hoy por hoy el principal grupo armado organizado al margen de la ley que delinque en nuestro país.
Los supuestos expertos en temas de violencia, a lo largo de los años han tratado con benevolencia al ELN, por sus orígenes campesinos y por el influjo masivo de sacerdotes a sus filas cuando estaba en auge la nefanda teología de la liberación que tuvo como resultado la aparición de “curas” trabajadores que se congregaron en un grupo al que llamaron Golconda.
Tan bandidos como los terroristas de las Farc o los miembros de las desaparecidas AUC, los integrantes del ELN son responsables de los peores crímenes contra la humanidad y contra el medio ambiente.
Valga recordar que fue esa guerrilla la que puso en marcha la escalofriante estrategia de volar los oleoductos de nuestro país, causando un irreparable daño ambiental. El secuestro ha sido una de las principales fuentes de financiación de esa estructura criminal que también ha nutrido sus arcas con dinero del narcotráfico.
Durante los últimos 20 años, el ELN ha buscado acercamientos con los gobiernos para efectos de encontrar una solución negociada. El tiempo se ha encargado de demostrar que aquella no es más que una estrategia para facilitar un fortalecimiento criminal de sus hombres. El ELN no tiene la más mínima intención de entregar sus armas ni de desactivar su aparato terrorista.
Ahora que el gobierno está en manos del presidente Iván Duque, debe olvidarse de cualquier opción de negociación con esa guerrilla si no se cumplen unas condiciones que resultan inamovibles: la liberación inmediata y sin dilaciones de todos los secuestrados, la suspensión inmediata de las acciones criminales, incluido el tráfico de estupefacientes y la concentración de los terroristas en zonas controladas por la fuerza pública.
El país no está dispuesto a un espectáculo como el que protagonizaron Santos y los delincuentes de las Farc en La Habana. Mucho menos, sería aceptable un acuerdo como el que se suscribió con el violador de niñas y narcotraficante pedido en extradición, alias Timochenko.
Venezuela es el refugio de los cabecillas del ELN. El dictador Maduro protege y hace negocios de narcotráfico con esos terroristas que tienen garantizada la vida y la tranquilidad en el vecino país. Urge entonces que el gobierno de Duque descongele cuanto antes todas las ordenes de captura contra la cúpula de esa organización delincuencial y reactive las circulares rojas que pesan contra ellos y que insólitamente fueron suspendidas cuando Juan Manuel Santos gobernaba a Colombia.
Si el ELN quiere entregar sus armas, someter a sus miembros a la justicia y por ello ser beneficiarios de algún alivio jurídico, bienvenida será una negociación con esa guerrilla, pero condiciones como la no extradición y la no elegibilidad deben estar por fuera de cualquier discusión. Suficientemente oprobiosos fueron los regalos que Santos le dio a las Farc como para que a alguien se le ocurra si quiera pensar en replicar ese nefasto experimento con el ELN.
Publicado: octubre 2 de 2018
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