Gracias a la impertinencia de una señora, quien agredió verbalmente al expresidente Santos en vuelo comercial, se despertó una polémica innecesaria para los intereses del Gobierno y del Uribismo. No pretendo meterme de profesor de urbanidad. Cada quien debe administrar sus odios viscerales de manera que no termine pareciéndose a la persona o circunstancia generadora de sus desafueros.
El debate político entre el presidente Uribe y Santos, ya fue sentenciado en las urnas. Todos sabemos, hasta los peores enemigos de Uribe, que técnicamente no existió nunca pulso electoral entre Uribe y Santos. Santos nunca construyó proyecto político para ser presidente de la República, fue tan nulo su desempeño político electoral, que la única incursión en las urnas fue cuando el uribismo lo eligió Presidente.
Santos se eligió con los votos y el aval del presidente Uribe, y se reeligió con el presupuesto nacional a través del mecanismo corrupto de la mermelada y de un aumento inaudito, sin precedentes e injustificado de votos porcentuales en la segunda vuelta del 2014. El presidente Uribe, por el contrario, lleva toda su vida de ciudadano inmerso en el debate electoral, político y argumentativo. Es sin duda alguna el político más importante en la historia contemporánea de Colombia, suficiente razón como para concentrar atención en un desafuero de una señora insoportable.
Otro es el tema de la hipocresía sistemática de los antiuribistas. No comparto ni aplaudo insultos contra el expresidente Santos, pero los indignados de hoy por agresión verbal contra Santos, son los que aplaudían a rabiar o guardaban silencio cuando era y es agredido en público el expresidente Uribe. No me alineo con quienes le pareció acto heroico lo ocurrido en el avión comercial, las diferencias y traiciones en política se confrontan en los escenarios democráticos con argumentos, y también con votos.
El deber del uribismo es rodear al presidente Duque, quien escogió un camino, para algunos incomprensible, de avanzar sin espíritu revanchista o justiciero contra el anterior gobierno. El deber del uribismo es confrontar en la tribuna que le corresponda o donde pueda, la cascada de infamias que día a día recaen sobre el gobierno del Centro Democrático. El deber del uribismo es construir, no destruir, es proponer no generar caos, es convocar no rechazar. El deber del uribismo es seguir trabajando para que en las elecciones regionales del 2019 podamos ser opción de poder en gobernaciones y alcaldías para fusionar en nuestros departamentos y municipios las políticas de gobierno del presidente Duque.
No nos quedemos en el pasado, en debates sentenciados, dejemos que la historia se encargue de Santos. La soledad, indiferencia y desprecio es lo peor que le puede pasar a un político. Olvidemos a Santos. Sin insultos, con argumentos.
Publicado: octubre 8 de 2018
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