Como lo escribí en el blog de hace dos semanas, “El Caballo Que Tira del Carro”, la izquierda radical y populista ya adoptó su propio narrativa. Y la tiene muy clara. Una narrativa antiempresa, en la cual se ha dibujado al empresario como una especie de enemigo que recibe todos los beneficios del Estado, quitándole posibilidades a las clases más vulnerables. Se ha generado un universo de mitos y mentiras alrededor de la empresa y del empresario, que ha llevado la discusión a un plano de lucha de clases, donde se los retrata como alguien ambicioso, malo y sin corazón, que solo le interesa maximizar sus utilidades e intereses.
A su vez nos preguntábamos si la empresa tiene un guión propio. Les contaba que yo pensaba que no, pero un senador amigo con el cual tenemos algunas diferencias conceptuales y muchos puntos de encuentro me dijo: “no se equivoque Gabriel, los empresarios si tienen narrativa; lo que pasa es que están usando una narrativa equivocada”. Y ahí quedó el asunto. Sin embargo, ya llevo varios días reflexionando sobre esta afirmación, pues cuando estuve al frente de la ANDI Valle, yo era uno de los voceros empresariales y seguro uno de los que intentaba envangelizar con esta narrativa, que mi amigo tajantemente afirma es la equivocada.
Revisando cuáles fueron las discusiones publicas que di en los ultimos años al frente del gremio, caí en cuenta que me había concentrado en propender por la competitividad de la región. Nos concentramos en lograr sacar adelante las obras de infraestructura estancadas como la vía a Buenaventura, en lograr bajar el costo del gas, en intentar lograr generar desarrollo y fomento empresarial, así como crecimiento económico. Todos asuntos relevantes, estratégicos y todos de suma importancia para nuestro departamento.
¿Pero esta narrativa de fomento empresarial, competividad y productividad la entienden los ciudadanos? ¿Se conecta con ellos, los ilusiona, los invita a soñar o les resuelve sus problemas? ¡Francamente creo que NO! Sin embargo, y sin temor a equivocarme, creo que esta perspectiva constituye el camino para generar desarrollo socioeconómico, pero no es suficiente para conectarnos con la sociedad.
Las empresas y los empresarios, (pequeños, medianos y grandes), deben Pararle-Bolas a esto y empezar a reconsiderar un poco como se están parando en la cancha. No solo como una estrategia de reposicionamiento, sino como un deber y un acto de corresponsabilidad. Es imposible negar que la empresa es unos de los actores más importantes e influyente dentro de la sociedad. Es precisamente por ello que debe ser uno de los grandes LÍDERES de la transformación social de Colombia.
La verdad, creo que lo han hecho y lo hacen permanentemente, pero seguir en la búsqueda de mayor competitividad y productividad es importantísimo, pero insuficiente. La sociedad esta esperando más. Está esperando que los empresarios lideren discusiones sociales y no solo las que mejoran la competitividad. Están esperando que en vez de solo hablar de las vías, den una discusión pública para mejorar el acceso y la calidad de la educación. Están esperando que den la pelea para que se mejore la salud y la red pública de hospitales. Están esperando que den el debate para que en Colombia no haya pueblos y ciudades sin agua y alcantarillado. Están esperando que se echen al hombro la discusión pública para que las autoridades luchen contra la corrupción. La verdad, la sociedad no está esperando pasivamente a que se genere riqueza, sino que esa riqueza continúe generando oportunidades y que los empresarios hagan valer su capacidad de influencia para que los impuestos que se pagan, se inviertan bien.
La sociedad lo que está esperando es que el empresariado colombiano lidere las grandes discusiones sociales. Que lo haga con la misma fuerza como lidera y gerencia con genialidad sus empresas y así como argumenta técnicamente los beneficios de tener mayor competividad.
En la vida política no hay vacíos. Los vacíos se llenan o los llenan por uno. La izquierda en Colombia no ha hecho nada diferente a llenar un vacío. La pregunta del millón es si vamos a dejar que esto pase, o nos vamos a apropiar de la narrativa adecuada. Una que interprete las necesidades de los nuevos ciudadanos y proteja nuestro modelo de desarrollo y a sus emprendedores. Espero que sí. Porque de no hacerlo, no se necesitaría una bola de cristal para saber lo que puede pasar.
Publicado: octubre 29 de 2018
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