Los efectos nocivos que produce el uso de la marihuana sobre el cerebro son incontables. Los sabemos desde hace tiempo, sin discusión: los apoya la evidencia médica. El primer grupo que preocupa son las alteraciones cognitivas y las alteraciones en la memoria. La distorsión del placer por esa prolongación de la función de la dopamina, mensajero encargado, confunde los receptores y abre la cerradura del calabozo de la adicción. La alteración que produce la marihuana sobre el área prefrontal, donde se aloja la capacidad ejecutiva del individuo, es peligrosa. El área específica orbito frontal, responsable del control social, se opaca en los fumadores empedernidos. Se fuma la capacidad de proyección y se traba la planificación del futuro. En el cuerpo calloso, ese puente que comunica los dos hemisferios cerebrales, bajo los efectos de marihuana su sustancia blanca muestra menor eficiencia Es la carretera de integración neuronal cuyo asfalto se agrieta en forma temprana.
El hipocampo en la gran biblioteca del cerebro, su capacidad ilimitada nos permite guardar innumerables experiencias, memorias y recuerdos. Se ha demostrado que el uso crónico de la marihuana produce cambios estructurales y funcionales en el hipocampo. Con los años se van perdiendo sus conexiones neuronales en un proceso normal del envejecimiento. Los fumadores de marihuana aceleran ese proceso de deterioro neuronal. En otras palabras, lentificamos los procesos de aprendizaje.
Es triste describir que el control social sobre el uso de la marihuana se va venido flexibilizando y el uso en los adolescentes se ha disparado en todas las latitudes. El rendimiento escolar se deteriora y las relaciones sociales se alteran. Más aun, los trastornos combinados en la percepción, habilidad motora y coordinación, mediados por el cerebelo, se confunden y por eso en los accidentes automovilísticos encontramos que la marihuana es quizá uno de los factores detonantes más importante (alcohol, velocidad)
Así como engaña a los muchachos ingenuos también trama a los sistemas neuronales de comunicación del cerebro (sistema endocanabinoide). Es su mecanismo de acción, su componente químico tetrahydrocannabinol (THC) se comporta como un mensajero natural que confunde a las neuronas receptoras gratificantes y las induce a la sobreproducción de dopamina. Este neurotransmisor es el responsable del placer y su consecuencia: adicción. La droga limita el circuito de recompensa y los sucesos naturales que gratifican la vida pierden su encanto, placer sin marihuana no existe (dependencia) y el cerebro acostumbrándose exige cada día más (tolerancia), de lo contrario se cae en el síndrome de abstinencia.
Los efectos psiquiátricos del fumador de marihuana son impactantes. Familias destruidas y hogares desechos. Quieren conocer el infierno, visiten la casa de un adicto. Psicosis aguda, alucinaciones, distorsiones en la percepción son algunos de sus manifestaciones. Depresión, conductas bizarras, robo y remates de objetos valiosos es lo que deja el vicio. Hasta suicidios se han descritos en estos enfermos en que la curiosidad se convirtió en uso compulsivo e imposibilidad para controlar la tentación del consumo.
De blanda este toxico no tiene un pelo; crea adicción, altera la relación interpersonal, aumenta la deserción escolar y en el trabajo, relaja las costumbres. Hace que el consumidor busque otras drogas más potentes. Es la puerta de entrada para otras y hay un fenómeno de sensibilización cruzada en donde su uso puede disparar la imperiosa necesidad de otras. Entre más temprano se empiece su uso mayor dependencia produce: 10% es el riesgo general y hasta el 50% si se inicia a los 14 años.
La embarazada consumidora de marihuana expondrá más al bebe a sus efectos tóxicos, lentitud en su desarrollo psicomotor, proclive a la adicción por haber estimulados sus centros de placer inmaduros e irreparables alteraciones cognitivas futuras. Exponer el cerebro fetal e ignorar la evidencia de los daños moleculares y estructurales que ocasiona su uso es torpe. Tratar de tapar el sol con las manos y pretender ocultar la teratogenicidad demostrada: autoengaño producto del vicio.
Saber que su bajo peso es fruto de la adicción y que la lactancia se convierte en fluido toxico es privarle al recién nacido los vínculos de afecto que transmite la maternidad. Debe conocer también que su adicción alterara el mapa genético de sus descendientes. Vaya herencia !
Por otra parte, sus efectos terapéuticos son estrictos, cannabis medicinal (sus compuestos cannabinoides sin efectos psicoactivos ): alivia el dolor crónico e ideal en pacientes terminales, coadyuvantes en los tratamientos del cáncer (disminuye náuseas y mejora apetito) y excepcional su uso en alguna variedad de epilepsia. Lo demás no se sustenta en evidencia medica: anecdótico o en la jerga de los muchachos:” carreta”.
La decisión de conocerla es una sentencia de vida. Considere esta ruleta: qué tal que Usted sea el individuo que por esas cosas del azar le falta el gen AKT1 que regula la enzima que programa la dopamina en el sistema límbico (estriado) y tenga una marcada tendencia a que con una sola “probadita” se abra la esclusa que lo lleva a enfermedades psiquiátricas (esquizofrenia) o al precipicio de la adicción. Como el tango de Gardel (Volver): “por un soplo la vida”. No vale la pena esta curiosidad.
La autonomía del adulto la respetamos; el uso recreativo no lo compartimos o aconsejamos. Siempre he visto ambivalente el libre desarrollo de la personalidad y la despenalización de la droga (Sentencia c491 de 2012). Nos reímos de nuestras penas y tan creativa nuestra imaginación que para producir arte los estimulantes no los requerimos.
Pero si necesitamos que el estado no titubee: debe cumplir sin vacilación con las normas y códigos establecidos. Perseguir los jibaros, derrotar el microtráfico y fomentar un ambiente sano para que nuestros adolescentes crezcan sanos. La marihuana es un problema de salud pública y la población vulnerable más afectada son nuestros jóvenes.
Publicado: septiembre 13 de 2018
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