El motivo estopín que dio el estallido a las Farc es el caso Jesús Santrich. Atrapado en flagrancia como traficante de droga y pedido por la justicia de los Estados Unidos, los “Enemigos” del imperio” se toparon con el imperio mismo, no en las trincheras de la liberación, sino en la sala de una casa bogotana. ¿Para qué tanta ceguera si no pudo detectar que el delito imputado comprometía a toda la organización y demostraba lo que desde distintas esferas de la sociedad colombiana señalaban que esta guerrilla marxista era una organización dedicada al narcotráfico y que ideológicamente estaba podrida? Santrich hizo todo un espectáculo de víctima y comprometió al gobierno y a la Iglesia Católica. Lo último que escribió, antes de su silencio trágico y táctico actual, fue una carta en la que se levantaba en rebeldía y apoyaba a su compadre “Iván Márquez”, segundo al mando, que se enguerrilleró de nuevo. Rechazó su silla en el senado y se lanzó al misterio ubicándose entre los bejucos de la selva.
El escenario de este drama político aumentó la atención nacional cuando otros jefes farianos entraron en la clandestinidad, Romaña y El Paisa, interpretaron las acciones criminales de un presunto disidente en zona del sur, limítrofe con Ecuador, denominado el comandante Wacho, que asesinó a periodistas y civiles de ese país vecino, ampliando el horizonte internacional, ya deteriorado con Venezuela. Se vislumbra entonces una reactivación armada de las Farc guerrilla, mientras la Farc partido realiza la Dirección Nacional de esa colectividad. La ausencia de los “desaparecidos”, es decir, de los rebelados contra el partido y su jefe Rodrigo Londoño “Timochenko” es un hecho de fractura y división entre desmovilizados y pacifistas, por una parte, y continuadores de la violencia y el narcotráfico.
Debe estarse cocinando una alianza revolucionaria entre el Eln y las Farc guerrilla, una coalición de mamertos en armas. La policía, el ejército y la Fiscalía no tienen empacho en decir que no conocen el paradero de los presuntos fugitivos. Es la confesión de que no tenemos servicio de inteligencia válido y aún continúa la brujería santista en esta materia. Ignoramos los resultados de la bola de cristal. Todavía estamos a la espera de una bomba inmensa quiebrapatas cuando salga una proclama de Márquez llamando a combatir en nombre de los resultados por el incumplimiento y de vengar la traición.
Entonces la izquierda, monosilábica y uterina, saldrá a pedir diálogos con los narco-insurrectos, con misas y cánticos de la nueva trova cubana y los temas de carrilera cantados por el comandante Gabino de los elenos jefe y santón.
Entre tanto, la cúpula militar, camino a Damasco, le preguntará al septuagenario Pablo Beltrán: “Pablo! Pablo! ¿Por qué me persigues?”.
Jaime Jaramillo Panesso
Publicado: septiembre 4 de 2018
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