La crisis política y social que atraviesa Venezuela es, irónicamente, el pan diario de los medios de comunicación y de las intervenciones de los mandatarios de la mayor parte del mundo.
Hablar de la hambruna, la crisis humanitaria que ha llevado a, no menos, dos millones de venezolanos a pasar la frontera para venir a Colombia o utilizar nuestro país como puente para llegar a otras naciones, son solamente la punta del ice berg de un problema que tiene mucho más fondo.
Los ojos del mundo están puestos en el país que gobierna Nicolás Maduro, quien tiene sumido a todo un pueblo y está condenando una nación completa a caer a un pozo sin fondo.
Además de la hambruna, la crisis humanitaria, la violación a los derechos humanos, el deficiente servicio de salud y la hiperinflación (que calcula el Fondo Monetario Internacional en un millón por ciento para finales de este año), entre otros males, se suman los casos de corrupción que enlodan aún más el mandato de Maduro.
Su esposa, Cilia Flores fue sancionada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos acusada de saquear las riquezas de Venezuela; a Diosdado Cabello –el segundo hombre más importante del vecino país- las autoridades estadounidenses le está incautando lujosas propiedades y un jet que están a nombre de Rafael Alberto Sarria, de quien se dice es testaferro de Cabello y que habría adquirido estas propiedades con dineros provenientes de corrupción y narcotráfico.
Además, en manos de las autoridades estadounidenses hay familiares del presidente venezolano capturados y, se comenta, hay un trabajo de inteligencia para poner en evidencia al denominado ‘cartel de los soles’, del que se dice es el mayor grupo narcotraficante del vecino país.
Ante este panorama, las salidas de Maduro han sido la de buscar conflictos internacionales e irse lanza en ristre en contra de las naciones que no comparten su forma de Gobierno.
En los últimos días le ha mostrado los dientes a Colombia y ordenó desplazar tropas a la frontera común, además retó al presidente Iván Duque a un debate en el lugar que el mandatario colombiano escoja y en la fecha que disponga.
También lanzó ataques al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de quien dijo –incluso- que el mandatario estadounidense lo amenazó de muerte.
Estas cortinas de humo, que según los mismos analistas, crea Maduro para desviar la atención de la real situación de su país, están generando una inestabilidad en la región, que ha llegado al punto que columnistas y sectores políticos digan hoy que hay mucha responsabilidad de las democracias de América Latina en la situación que padece Venezuela.
¿Qué soluciones podría haber para esta situación? La primera, lejana pero que solucionaría todo el problema de Venezuela, es la salida de Maduro y todo su séquito del poder y darle espacio a verdaderos demócratas que traten de reanimar al moribundo país.
La segunda, y que ya está en camino, es apoyar la idea del presidente Duque y cinco países que se adhirieron en la demanda en contra de Maduro ante la Corte Penal Internacional por la comisión de delitos de lesa humanidad y que sea esta jurisdicción la que defina la suerte del mandatario.
Sin embargo, mientras esto no suceda, millones de venezolanos van a seguir huyendo y engrosando los cinturones de miseria de las principales ciudades colombianas, donde los gobiernos Nacional y departamentales deberán tomar acciones humanitarias, con la finalidad de atender a esta población brindándoles garantías para cubrir sus necesidades básicas insatisfechas.
También, es necesario que el Gobierno acuda a Acnur para que, a través de esa organización, llegue ayuda internacional para poder atender esta crisis humanitaria que ha tenido que afrontar Colombia.
Así, habrá que esperar cuánto resiste la red que tejió Maduro, que ya se rebosó y que esparció su problema interno en toda América Latina. Mientras que él solo pone cortinas de humo para ocultar la hambruna y la injusticia social que tiene su gente.
Publicado: septiembre 28 de 2018
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