Para las autoridades estadounidenses no hay duda alguna: Juan Manuel Santos dejó a nuestro país convertido en un inadmisible mar de coca. Con más de 200 mil hectáreas cultivadas, Colombia es una bomba de tiempo que debe ser desactivada.
La desconfianza con que el gobierno de los Estados Unidos miraba a Colombia se ha disipado por cuenta de la llegada de Iván Duque al poder. En la reciente visita del canciller Carlos Holmes Trujillo a Washington, se pudo confirmar el buen ambiente y el ánimo de cooperación que tienen las diferentes autoridades norteamericanas frente al nuevo gobierno. Con Santos, EEUU no tenía un aliado. Con Duque, la situación es totalmente diferente y con esa certeza concluyó la importante gira del canciller Trujillo.
El problema de la coca cultivada es una preocupación de ambos gobiernos. Son miles las toneladas de clorhidrato de cocaína que se puede fabricar con las hojas que hay plantadas en nuestro país. La producción está disparada y aquello se nota por el creciente número de incautaciones. Cuando sube la confiscación de alijos de cocaína, significa que las toneladas que logran pasar es mucho mayor.
A nivel interno, hay una relación directa entre los asesinatos de los denominados líderes sociales y el aumento de los cultivos ilícitos. En aquellas zonas con mayor concentración de plantaciones de coca es donde más casos de asesinatos se han registrado.
Las estructuras ilegales que tienen el control de los cultivos ilícitos –entre ellas las supuestas disidencias de las Farc- se han encargado de cometer toda suerte de crímenes contra civiles.
Es claro que hay que acabar con los cultivos ilícitos al precio que sea. Esa amenaza no se va a mitigar cortando matas de coca con tijeras, o con la simple sustitución voluntaria, programa que no ha sido en absoluto efectivo.
Así que sólo queda la herramienta cuya eficacia está probada: la aspersión aérea. Santos, por imposición de los terroristas de las Farc, suspendió la fumigación y luego hizo que la corte constitucional prohibiera el uso de aviones para regar con herbicidas las plantaciones de coca.
Pero acá está en juego la seguridad nacional, la estabilidad democrática y la vida de miles de personas que están cayendo en medio del fuego cruzado por el control de los cultivos ilícitos. Mientras Colombia siga siendo un mar de coca, el derramamiento de sangre continuará produciéndose.
Ante ese escenario, corresponde entonces que la corte constitucional reverse la absurda decisión que adoptó en su momento y que el gobierno del presidente Duque pueda, de una vez por todas, volver a encender los aviones y retomar la fumigación de los cultivos ilícitos.
Publicado: septiembre 10 de 2018
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