Contrariamente a lo que suele pensarse, Frankenstein no es el monstruo producto de la creación de un doctor. Víctor Frankenstein en realidad es el creador del monstruo, un médico movido por un delirio de Dios que quiere probarle al mundo que tiene la capacidad de crear vida. Utilizando partes de cuerpos de personas fallecidas y un mecanismo apto para recoger y dirigir la energía creada por un rayo, logró darle vida a un ser que medía 2.4 metros, con una fuerza descomunal, con pocas capacidades intelectuales y que se movía por los más primitivos instintos. Frankenstein, ante la repulsión que sintió por el resultado de su labor, abandonó a la criatura dejándola escapar. Las consecuencias nefastas se evidenciaron cuando el monstruo les dio muerte a las personas más queridas por el doctor: su hermano y su prometida. Después amenazó con acabar con el resto de personas a su alrededor si no accedía en confeccionarle una pareja. La tragedia terminó con la muerte del doctor, y sus últimas palabras al amigo que lo estaba ayudando a cazarlo: “la felicidad es la tranquilidad y el evitar la ambición”. El doctor Frankenstein fue víctima de su propio invento.
Al ver la manera de comportarse de Nicolás Maduro, que ha probado ser un monstruo no solo para su pueblo sino para Latinoamérica, se olvida de que detrás de ese abominable espécimen han estado varios doctores Frankenstein. Maduro, el dictador cuyas políticas fallidas y corrupción inigualable, que ha sentenciado a muerte y desolación a millones de venezolanos, es el producto de malas políticas externas de otros países y de los dirigentes que callaron de manera cómplice a cambio de alguna contraprestación.
Como todos sabemos la revolución venezolana nació en las entrañas de la Cuba comunista. Hugo Chávez encontró en los hermanos Castro la fórmula para perpetuarse en el poder. Chávez, que ha sido descrito por sus conocidos como un diablo con cascabel, fue un hombre malvado que gozó de una inteligencia y carisma especiales. Chávez supo apelar a los mas bajos instintos humanos inyectándole al pueblo venezolano el germen de su propia autodestrucción, es decir, los polarizó y los convenció de que la lucha de clases, excusa del comunismo, era el camino. Mientras estuvo vivo aprovechó los altos precios del petróleo que en ese momento brotaba casi que de manera espontánea en todo el país y lo malversó para sostener a Cuba e influir en las elecciones de países tales como Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Brasil, para de esa manera expandir el Socialismo del Siglo XXI (comunismo) al resto de Latinoamérica. Cuando Chávez se encontró desahuciado por causa de un cáncer terminal, escogió como su sucesor y salvaguarda de su legado a Nicolás Maduro, una criatura grotesca muy parecida al monstruo de Frankenstein.
Sería facilista endilgarle toda la responsabilidad de la creación del monstruo a Chávez. La realidad es que la falta de unidad en la oposición política de su país le facilitó el camino al totalitarismo. La fallida política externa del ex presidente de los Estados Unidos Barack Obama también le dio un gran aliento en el momento en que decidieron darle un espaldarazo al régimen cubano a cambio de nada. Esas imágenes de Obama gozando de un juego de beisbol y los abrazos con los hermanos Castro dieron el mensaje al mundo que los opresores estaban bien vistos por la potencia que se ha encargado desde el siglo pasado de defender la democracia. Los gobiernos que fueron infestados por el socialismo se convirtieron en el comité de aplausos del monstruo y Juan Manuel Santos lo invistió de la categoría de su nuevo mejor amigo a cambio de su apoyo al proceso con las Farc que le daría su Nobel de Paz.
Todos son responsables de la situación que hoy preocupa al mundo, y es que, bajo el argumento de la libre autodeterminación de los pueblos, Maduro nunca podrá ser removido del poder por las vías democráticas. Y lo irónico es que cada día que pase, esos mismos países que fueron determinadores en su creación serán los receptores de la desbandada de venezolanos desesperados en búsqueda de un plato de comida. Los doctores Frankenstein que crearon a Maduro hoy son las víctimas de su propio invento y así como el doctor de la novela, también deberían llegar hasta las consecuencias necesarias para removerlo de poder.
Publicado: septiembre 28 de 2018
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