Errar es humano. Esta máxima me la han dicho toda mi vida y llego a pensar que cometer un error pareciera ser como algo inherente en el ser.
Pero si de errar se trata, pensaría que no se puede tener el mismo rasero para evaluar el alcance y las consecuencias de estos.
Uno podría decir: “¡uy! Cometí un error, el pocillo estaba muy al borde y se rompió”. O también: “amor esa plancha estaba muy caliente y se quemó tu blusa de seda favorita”; o “qué pena, el carro no me frenó y lo estrellé”.
Estos son errores, pero hay una frontera delicada en el que errar puede ser fatal, porque uno no puede decir “¡uy! Qué pena, el error fue mío, no sabía que la pistola estaba cargada, paz en la tumba del difunto”. Tampoco: “lo lamento, fue un error tomar el dinero de los contribuyentes para irme a vivir a Suiza”…
Estos errores que acabo de mencionar pasan de lo básico a lo criminal y pueden ser cometidos por cualquiera, pero que a una persona le digan que por ‘error’ le interceptaron sus comunicaciones y que a raíz de eso tiene un expediente abierto, es un tema muy delicado.
De hecho, el error se torna más agudo cuando surge de las entrañas de quienes administran justicia y, todavía más grave, cuando el mismo se emana de la máxima instancia de la jurisdicción penal del país.
Lo ocurrido con el presidente Álvaro Uribe es una prueba de lo que significa un error grave y de altas repercusiones, que no se pueden explicar únicamente con “hallazgo imprevisto e inevitable”, como lo manifestaron los magistrados, en un comunicado de prensa en el atardecer del pasado viernes.
A veces da la impresión que a algunos sectores se les olvide el amparo constitucional que tenemos todos los colombianos y que se respeten los derechos allí consagrados. Eso que lo ‘chucen’ a uno un par de horas o unos días, digamos, puede reconocerse como error, pero que lo hagan durante un mes, dentro de un proceso en el que no se tienen ‘velas de ese entierro’ y que, además, eso sirva para que le abran un expediente, creo -y estoy seguro- que el error pasa a segundo plano y queda en el ambiente un tufillo que algo no huele muy bien.
Esta realidad supera el Macondo de García Márquez y cualquier film de ciencia ficción de esos superhéroes importados. Pedir una explicación de un error de este talante es como decirle al verdugo por qué le gusta cortar cabezas.
Es tiempo que haya una verdadera explicación, porque sería normal que se diga que la justicia está interceptando a Pedro, Pablo, Jaime u otro colombiano y no se haya dado cuenta, pero que digan que ‘chuzaron’ una línea y que ¡oh sorpresa! era la de un expresidente de la República –además que pertenecía a Uribe- y que no sabían. Y dicen que fue un error. Aquí cabría la frase de monseñor Rubiano cuando advirtió, por allá en las épocas del proceso 8.000, que a uno no se le puede meter un elefante a la casa y no verlo.
Si se quiere, uno podría recurrir a la máxima del filósofo chino, Confucio, quien advirtió que “el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor” y eso parecería que sucede en las esferas de la justicia, porque ante la evidente irregularidad, su decisión fue emprender procesos en contra del presidente Uribe.
La situación es tan delicada que la defensa del presidente Uribe tuvo que pedir el acompañamiento de la Procuraduría y de organismos internacionales para buscar que se le garanticen los derechos y lo único es esperar a que la justicia recapacite, pero este pensamiento tiene una sobrecarga de optimismo.
Así las cosas, lo único que resta es esperar y tener la paciencia para que de este error aprendamos todos, pero ¿será que fue un error?
Publicado: septiembre 21 de 2018
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