El presidente hasta ahora está terminando de configurar su equipo de trabajo, buscando a las personas idóneas para desempeñar los cargos que resultan definitivos para hacer que el suyo sea un gobierno exitoso.
Uno de los grandes avances de esta administración ha sido, precisamente, el de identificar a los funcionarios desprendiéndose del criterio puramente político. Los nombramientos hasta ahora conocidos se han hecho con base en perfiles académicos y la trayectoria profesional de los escogidos.
Ese estilo de gobierno, que la sociedad aplaude, ha generado un poco de incertidumbre en algunos sectores políticos, particularmente en el partido que llevó al doctor Duque a la presidencia de la República, el Centro Democrático.
Es natural, legítimo y sobre todo justo que los militantes del CD aspiren a hacer parte del gobierno, ya sea en los ministerios o en los demás puestos de la administración.
En el uribismo, por supuesto, hay personas de las más altas calidades que seguramente seguirán siendo llamadas a colaborar en el equipo que, insistimos, hasta ahora está terminándose de conformar.
Los tiempos que corren han facilitado la comunicación entre gobernantes y gobernados. Gracias a las redes sociales, cada ciudadano tiene acceso y comunicación casi directa con quienes ejercen el poder político. Aquella es una realidad con la que no es posible querellar.
Pero eso no riñe con que se busque un mecanismo de diálogo entre el partido y el gobierno, mecanismo que no genere fracturas y que, antes bien, sea propositivo y constructivo. Flaco favor le hacen al gobierno aquellos simpatizantes del mismo que tramitan sus inquietudes e insatisfacciones a través del Twitter o del Facebook.
Lo cierto es que, al margen de los cuestionamientos que se puedan hacer, hay un propósito común: a todo el uribismo y los sectores de la coalición que llevaron a Iván Duque a la presidencia les interesa que el gobierno sea exitoso.
Por el bien de Colombia, todos desde la posición en que se encuentren, deben aportarle al buen desempeño de la administración.
Aquello no limita, ni mucho menos, la capacidad de elevar críticas y hacer los comentarios que corresponda, pero buscando la eficacia y no promoviendo bochinches que generarán la percepción de división y malestar.
Distintos dirigentes del Centro Democrático que hablaron con este portal, coinciden en afirmar que al gobierno hay que darle tiempo, rodearlo y brindarle todo el apoyo, pero igualmente muchos coinciden en un reclamo que debe ser oído en la Casa de Nariño: la presidencia no se ha preocupado por establecer un canal de comunicación que facilite el diálogo con el uribismo.
Difícilmente un gobernante puede satisfacer íntegramente a sus gobernados y menos a sus correligionarios. Siempre habrá alguien insatisfecho o que se sienta maltratado. Son los avatares propios del gobierno que sabiamente resumió Maurice Druon en Los Reyes Malditos: “Ningún problema puede quedar sin solución durante mucho tiempo, porque el que hoy parece secundario, adquirirá mañana trágica importancia”.
Pero aquello no es argumento para que no se haga un esfuerzo superior por oír a las bases, a los dirigentes, a los amigos del gobierno que desean aportar para que el éxito sea una realidad, partiendo de una premisa inamovible: no se puede calificar como buena o mala la relación del gobierno y de la bancada parlamentaria, de acuerdo al número de nombramientos que se hagan en el Ejecutivo de personas afines a los congresistas.
Ahora bien: el presidente Uribe ha enseñado a lo largo de su vida que la discusión política es válida y legítima siempre y cuando ésta se desarrolle dentro del marco de elemental respeto. Mal hacen quienes no están de acuerdo con algo o con alguien y acuden a epítetos virulentos o descalificaciones que hieren y maltratan. ¿Para qué incendiar puentes que mañana pueden ser útiles? ¿Por qué tramitar las diferencias apelando a calificaciones ruines que hablan más mal de quien las emite que de quien las recibe?
En Colombia todo está por hacerse. Tenemos un gobierno poderoso que goza de un amplio respaldo popular. Así mismo, el presidente Uribe, como líder natural del Centro Democrático y por ende de la bancada parlamentaria, ha hecho un esfuerzo superior para establecer las bases que le permitan una cómoda gobernabilidad al presidente Duque, a través del respaldo parlamentario de las iniciativas fundamentales de su gobierno.
Resta entonces, al decir del Conde de Montecristo, “confiar y esperar”, pero también apoyar a este presidente que tiene en sus manos la inmensa responsabilidad de sacar a Colombia del atolladero en el que lo dejó incrustado el señor Juan Manuel Santos.
Publicado: agosto 21 de 2018
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