La negociación del Gobierno con el ELN ha sido, sencillamente, una pantomima mediática que no ha producido en más de 4 años de conversaciones el más mínimo fruto. Al principio, se ilusionó al País con un proceso que se vendió con un entusiasmo desbordado, pero después de todo este tiempo transcurrido solo se puede llegar a la conclusión que es una mera negociación sin rumbo.
Coincidencialmente, el anuncio de la negociación con el ELN se hizo a pocos días de la votación presidencial del 2014, en una de esas clásicas movidas de Juan Manuel Santos que calculaban con precisión el impacto electoral de cada medida que tomaba en su carrera por el poder.
Sin embargo, más allá de lo reprochable de esa acción, a la fecha han pasado más de cuatro años de esa decisión y el pueblo colombiano no ha visto el más mínimo resultado de esas negociaciones.
Del erario público han salido miles de millones de pesos para mantener todos los gastos de las delegaciones que primero estuvieron en Quito y ahora sesionan en la Habana y, aparte de regalarles ese dinero a dichos Gobiernos, nada ha cambiado en las regiones de Colombia.
Con todos los recursos que se han gastado en esa inocua negociación se pudo haber mejorado en el País la infraestructura escolar, de salud, construir algunas vías terciarias que tanto se necesitan, llevar alimentos a los más necesitados, etc., en vez de mantener como reyes a unos bandidos que no tienen la más mínima voluntad de dejar las armas y que, por el contrario, han utilizado la débil política de negociación del Gobierno Santos para reestructurarse militarmente en las regiones.
En efecto, esta semana el pueblo colombiano recibió la noticia que la mesa de negociación no ha logrado ni siquiera acordar un cese al fuego por parte de esa organización terrorista. Es decir, no solamente no se ha pactado nada, sino que los negociadores no han sido capaces de lograr algo que, naturalmente, debería ser una exigencia para comenzar a entablar cualquier tipo de diálogo, mientras el ELN ha aprovechado para expandir sus operaciones y extorsionar cada vez más a nuestros compatriotas.
Por eso, estando a menos de una semana de la posesión del nuevo Gobierno, es más que evidente que se debe replantar esa negociación. ¿Qué sentido tiene continuar con algo que nunca ha comenzado? ¿Qué le han aportado esos diálogos a Colombia? ¿Realmente esa débil posición de negociación es el camino para la paz del País?
Esta negociación sin rumbo le ha traído más problemas a la Nación que beneficios y solo se ha de continuar si se fijan unos inamovibles bastante claros que se hagan respetar y cumplir. De lo contrario o de no existir disposición sincera alguna por parte de esos bandidos, no hay razón alguna para perpetuar ese desgastante y vergonzante proceso.
Publicado: agosto 3 de 2018
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