Omito referirme al gol de Santos contra Uribe en el minuto 94 del partido, no tengo bagaje jurídico para hacer un análisis juicioso y ha sido tan comentado el absurdo que no habría espacio para la mención de referencias. Somos solidarios con el presidente Uribe.
Paso al tema de esta nota. Uno de los grandes desafíos que tiene el presidente Duque en el inicio de su gobierno: desmantelar el narcotráfico fuente de nuevas violencias.
Es evidente que la erradicación voluntaria de los cultivos ilícitos fue un fracaso, será necesario retomar la erradicación forzosa, atacar con contundencia disidencias de las Farc, al Eln, Epl y las bandas criminales que se nutren de la coca, la amapola y la marihuana, y desarticular las ollas del microtráfico interno que envenena nuestra juventud.
El inicio es la destrucción de los cultivos. No es descabellada la idea de fumigar con drones salvo por la vulnerabilidad que tienen por su vuelo a baja altura, un punto a resolver cuando se pretenda la aspersión obligatoria de los cultivos ilícitos más críticos.
La tecnología de los drones está inventada: un dron con capacidad de quince litros de glifosato puede fumigar alrededor de dieciséis hectáreas por día una vez descontado el tiempo de reabastecimiento de los herbicidas y recarga de baterías; alrededor de cinco mil hectáreas por año. Se necesitan unos trece drones –incluyendo tres de reserva para cubrir etapas de mantenimiento, accidentes y agilidad en algunos casos– para asperjar cincuenta mil hectáreas por año. Cuestan menos que las avionetas de fumigación, el daño ambiental es irrelevante, los efectos dañinos para la salud que se le atribuyen al Glifosato son imperceptibles y el entrenamiento de personal para operarlos fácil y económico, la mayor parte de su operación puede ser programada de antemano.
Más complejo es el tema de los cultivos alternativos, tres hectáreas de coca le producen al cultivador cerca de sesenta millones de pesos de ingresos brutos por año, cifra superior a la que se puede aspirar con cultivos no especializados ubicados en las áreas cocaleras.
Deben tenerse otros aspectos en cuenta: alrededor del cuarenta por ciento de los cultivos ilícitos están ubicados en bosques deforestados para su siembra, en muchos casos podría ser más lógico emprender programas de reforestación a cargo de familias guardabosques; en otros, por el área, se podrían adelantar programas de explotación comunitaria de cultivos agroindustriales; pero será necesario implementar el suministro de insumos, asistencia técnica integral, crédito a tasas razonables de interés, acceso a maquinaria agrícola, sitios de acopio y fijar precios de sustentación para asegurar el mercadeo. En los ubicados en zonas con un mejor acceso como parte del Caquetá y Putumayo, Norte de Santander, Cauca, Nariño, El Valle y Antioquia, es viable pensar en cultivos alternativos más rentables, que demandan mayores inversiones y subsidios temporales dependiendo del período vegetativo.
Se han hecho algunos ensayos exitosos: cultivos de palmito, ajís exóticos, cacao, palma africana y caucho entre otros, aunque ha sido pobre el seguimiento y desorganizado el mercadeo afectando la credibilidad del campesino en algunas zonas; en otras, los resultados han sido favorables.
Una primera etapa podría ser organizar en las zonas de sustitución algo similar a los Kibutz israelitas que, aunque surgieron de orientación marxista, contribuyeron efectivamente a la formación del Estado judío. Este esquema en Israel se ha venido transformando y privatizando, pero, con algunos ajustes, podría adaptarse a nuestro medio y satisfacer apartes de los acuerdos.
El rincón de Dios
“La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano donde se encuentra el germen de una misteriosa connivencia con el mal.” Benedicto XVI
Publicado: agosto 3 de 2018