“El campo al que el almirante dirigía su actividad era el campo de la política, tierra donde se fermentan todas las pasiones y donde se crían las plantas más venenosas. La envidia, la venganza, la ingratitud, la codicia, la calumnia, cuanto guarda de peor el corazón, prospera en ese campo, donde no se presenta al espíritu sino la contemplación de la miserable naturaleza humana, que sólo sobrenaturalmente puede amarse”(Suárez, Marco Fidel, “Cristóbal Colón”, en Obras Completas, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1958, T.I, p. 856).
Traigo a colación estas palabras que pronunció Marco Fidel Suárez en el homenaje que le rindió a Cristóbal Colón a propósito del IV centenario del descubrimiento de América.
Hoy se instalará el nuevo Congreso que habrá de acompañar al presidente electo Iván Duque Márquez después del próximo 7 de agosto en la ardua tarea de enmendar la emborronada plana que deja la gestión de Juan Manuel Santos, por no hablar de la «manzana envenenada» a que hace referencia Plinio Apuleyo Mendoza en su último artículo para «El Tiempo».(Vid. La manzana envenenada de paz en Colombia).
El régimen presidencial se caracteriza, entre otras cosas, por el liderazgo que le corresponde ejercer a un presidente elegido mayoritariamente por la ciudadanía mediante el voto universal. La unidad de dirección y de acción que es propia de la institución estatal para dar respuesta a las necesidades y aspiraciones comunitarias se centra en el que con razón suele denominarse Primer Magistrado, pues constitucionalmente es Jefe del Estado y del Gobierno, Suprema Autoridad Administrativa y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de la República.
El Congreso también está legitimado por el sufragio ciudadano y ejerce un poder no solo independiente, sino de enorme importancia para la colectividad, dado que entraña el ejercicio de la función constituyente derivada, la legislativa y la de control político del gobierno, fuera de la de servir de medio de transmisión de las inquietudes de las comunidades ante las autoridades ejecutivas.
Esa independencia debe ejercerse, como lo señala el artículo 113 de la Constitución Política, dentro del principio de la colaboración armónica para la realización de los fines del Estado, consultando además la justicia y el bien común, al tenor del artículo 133 id.
Como hoy los nuevos senadores y representantes tomarán posesión de sus cargos prestando juramento solemne de cumplir fielmente sus deberes, no sobra recordarles que los mismos están presididos precisamente por los referidos valores supremos, la justicia y el bien común.
Esta recomendación puede parecer fuera de lugar en momentos en que para muchos la ética se considera que es extraña a la política.
No pocos de los que hoy tomarán asiento en el Congreso piensan, en efecto, que su tarea consiste en mantener el poder que consiguieron, expandirlo y extraer beneficios para ellos mismos y sus secuaces de la influencia sus cargos les otorgan. Ignoran que la política, para merecer la muy elevada estimación que le corresponde en las actividades humanas, entraña ante todo vocación, apostolado y hasta la disposición al sacrificio en aras de las supremas exigencias comunitarias.
Pero acá se hace bien cierto lo que dice Mt. 16-23 acerca de la misión apostólica, que equivale a atreverse a andar como ovejas en medio de lobos.
El talante de Duque lo hace ver precisamente como un ser bienintencionado, pletórico de entusiasmo, energía e ideales juveniles, presto a sacrificarse en beneficio de la patria colombiana. En términos evangélicos, un cordero que para salir airoso tendrá que revestirse no solo de la sencillez de las palomas, sino de la astucia de las serpientes, pues los lobos que medran en el escenario político ya están urdiendo sus asechanzas para hacerlo fracasar.
Algunos de ellos están bien identificados. Ante todo, Petro y sus conmilitones que desde ya predican la resistencia activa contra el nuevo gobierno, amparados en las disposiciones del NAF que favorecen a la subversión y dificultan la garantía del orden público. Hay que añadir a la lista la taimada alianza de los congresistas de la U y el CR, que pretenden consolidarse como bloque mayoritario dispuesto a sabotear las iniciativas gubernamentales si no los compran con la odiosa mermelada. Y no faltarán en las filas del propio Centro Democrático los lobos con piel de oveja que bajo cuerda conspirarán contra el gobierno si este no accede a darles lo que creen que les corresponde en los productos de la Tierra Prometida.
Duque tiene que darse cuenta de que, como se dice vulgarmente, muchos andan «midiéndole el aceite». Su casta se verá cuando a poco andar por ese campo de plantas venenosas logre salir avante, como esos príncipes heroicos de los cuentos de hadas. Ojalá no me equivoque, pero presiento que estamos en presencia de un hombre llamado a hacer historia en nuestro país.
JesúsVallejo Mejía
Publicado: julio 26 de 2018