Iván Duque fue gran candidato y será un presidente que dejará una huella muy positiva en la vida de la nación.
Las circunstancias en medio de las cuales ganó las elecciones, el programa que defendió, la forma participativa de construcción de su propuesta y el estilo que lo caracterizó, a lo largo de la contienda, son un gran augurio para el porvenir inmediato de Colombia, que ha recuperado la esperanza.
Los electores, de otro lado, tuvieron la oportunidad de expresar sus preferencias alrededor de dos posiciones claras y bien distintas.
Eso es bueno para la salud de la democracia.
Le dio sentido a la controversia pacífica y libre, y permitió que quienes acudieron a las urnas definieran el rumbo que anhelaban para su patria.
Ahora viene otra etapa.
Después de haber sido una fuerza de oposición, Centro Democrático tendrá la responsabilidad de ser partido de gobierno.
Las responsabilidades y desafíos serán distintos a los que, hasta ahora, ha tenido.
Ya existe un mandato claro e indiscutible para el nuevo mandatario, más el cuerpo detallado de acciones que se deberán sacar adelante para cumplir bien con la voluntad de la ciudadanía.
La actuación de la bancada que se convertirá en el principal apoyo de la administración Duque, será fundamental en todas las etapas.
Y ahí estará, de nuevo, Álvaro Uribe Vélez.
No hay una figura en la actual historia política de la república que haya tenido, y siga teniendo tanta influencia.
Uribe es un líder que desata pasiones.
Los sentimientos de afecto que lo rodean son intensos, como también es fuerte la actitud de rechazo a su nombre.
Jamás pasa desapercibido.
Se lo aplaude con emoción, o se lo critica con fuerza.
Pero, no hay un solo momento en el que sus opiniones dejen de incidir en el discurrir de la vida nacional bien sea por su oportunidad o la capacidad de anticipar desarrollos futuros.
El camino doctrinario que trazó a lo largo de los últimos años fue encontrando validación en los hechos.
Las críticas que hizo a la administración que termina resultaron ser visionarias, tal y como lo demuestra la realidad que hoy se vive.
Actuó con inmensa convicción y sentido patriótico.
Quizá el momento que mejor lo identifica es el de la noche en que se conoció la victoria del NO en el plebiscito.
En lugar de salir a cobrar, de manera arrogante, semejante triunfo histórico, se presentó ante sus compatriotas con la humildad propia de los grandes para proponer el camino que consideró apropiado.
No salió a recibir aplausos.
Obró con el fin de plantearle al gobierno destinatario de sus críticas un gran acuerdo que uniera a la patria dividida artificialmente, y construyera el apoyo de opinión que le garantizara estabilidad y durabilidad a lo convenido.
En aquel momento no se pudo.
Por fortuna, ya el Presidente Duque hizo explícito su propósito de presidir un gobierno de todos y para todos.
La construcción de un mejor futuro tiene líder en la casa de Nariño y también en el capitolio nacional.
Que Dios nos acompañe.
Publicado: julio 3 de 2018
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