Es llover sobre mojado lo que vamos a escribir. Pero vale la pena echar la cantaleta para ganar unos centímetros en la conciencia y en la actitud de los colombianos que nos leen. Se trata de la droga maligna, la cocaína. Sabemos que también los exportadores del “polvo que los hace resistir o volar” operan con otros productos como la heroína y, si es verdad el comentario, los nuevos estupefacientes obtenidos de flores. Pero lo concreto es que Colombia está en la lista de las naciones pecadoras por sus cultivos y por el consumo interno de la coca.
De la coca y sus traficantes se desprenden graves problemas sociales y políticos. Como articulados a una espina dorsal, de la coca lo primero que nace es el grupo armado que necesita el patrón o la organización que se forma para una actividad criminal. Las armas para esta instancia se consiguen en el mercado negro internacional o se alquilan a sujetos especializados en estos “fierros”. El grupo empieza a operar y se enlaza con los frentes de trabajo, ya sea en tierras baldías o en zonas alejadas, comprando a los campesinos cocaleros o estimulando su siembra aportándoles la semilla o dinero. Como la hoja necesita tratamiento químico, montan un laboratorio en la selva y por consiguiente compran los implementos: cemento, gasolina, hornos, motores para producir energía eléctrica, etc.
Simultáneamente están contactando la red que tiene los hilos de la exportación que en nuestro país acumula una larga experiencia heredada y cambiante, según la actuación de las autoridades. La organización es un cuerpo de individuos que ejercen labores financieras, de inteligencia (aplicada a sus competidores, a la policía y la seguridad del Estado, a los dirigentes políticos y sociales, a los jueces y fiscales). Este tipo de trabajo criminal se mimetiza y avanza hasta las cúpulas más altas de la sociedad. Impregna el comercio legal, las corporaciones financieras, los personajes que requieran. Son células con vida clandestina que reclutan el personal calificado o ciudadanos comunes según las necesidades coyunturales.
Los focos de producción agrícola, de tratamiento en laboratorio, de empaque y envío están a cargo de los hombres más pesados y leales. Y ahí están los especialistas en tiro, explosivos, conducción terrestre y telefonía. Cuando la mercancía sale de sus manos, el seguimiento y la “coronación” del negocio, es decir, cuando llega a su destino, salvo y entero, se califica a los intermediarios, si los hay, para continuar usando la ruta, hasta que haya una “caída”. La organización se extiende como un pulpo. Nada y casi nadie se le opone por razones militares o de dinero. Un frente de comercio importante debido al aumento de la oferta (209.000 hectáreas de cultivo) es el de consumo interno, que se encuentra protegido por el “derecho a la intimida0d”, aplicable a sociedades adultas y organizadas, pero que en Colombia resultó impulsora del micro-consumo. Ya suma toneladas de coca que compran los “usuarios recreativos”, los adictos y los principiantes, ubicados la gran mayoría en los niños, adolescentes, jóvenes, la muchachada del barrio, del estadio y de la intimidad habitacional. La red urbana que usa los combos, las padillas.
La dura tarea contra la “droga” maligna es de toda la comunidad nacional e internacional. No solo es asunto de la policía, la fiscalía y lo jueces. La prevención educativa y testimonial debe estar ampliamente financiada por el gobierno y de manera constante en la TV, la radio, las redes y planteles educativos.es más barato e incluyente prevenir que encarcelar. Aplicar la ley y las reformas necesarias, mientras la ONU, algún día la legaliza universalmente o la combate como ha resultado con el tabaco.
El dinero de la coca se introduce en todos los estamentos de la sociedad. Corrompe altas autoridades hasta los guardias carceleros. Se cuela en el comercio formal e informal. Seduce algunos miembros de la rama judicial y reinas de belleza, mantiene vivas las guerrillas, las disidencias, las bacrim y los misteriosos capos clandestinos que se reparten le mundo. Es decir, alcanza a infestar la más extensa capa de la población que requiere el apoyo de toda la sociedad para combatirla. Porque no hay nariz que dure cien años ni polvo que la resista.