Si usted viene de visita a mi natal Barranquilla se encontrará con que la bienvenida que le dará curramba la bella no será el sonido de los tambores al son de la danza del Garabato ni las cumbiamberas revoloteando sus esplendorosas polleras sino los flashes de las cámaras detectoras de velocidad. Como los barranquilleros somos “mamagallistas” por naturaleza, en vez de quejarnos por los abusos de esta práctica que tiene a unos concesionarios privados nadando en oro, le sacamos chiste al tema. Por ejemplo, el año pasado circulaba un meme del “pesebre barranquillero”, es decir, Belén inundado de avisos de tránsito azules alertando las infames cámaras.
Todas las entradas a Barranquilla tienen cámaras. Si usted llega por carretera desde Cartagena sabrá en qué momento cruza el límite del departamento porque se encontrará con la primera cámara a la altura del condominio Aguamarina. Unos pocos kilómetros más adelante se encontrarán con otra frente a Salinas del Rey seguida por otra en Santa Verónica, que, por lo cierto, está mal señalizada y camuflada dentro de una pequeña van que le obliga a bajar la velocidad a 40 kilómetros por hora. Después del segundo peaje, que por cierto le costará 11 mil pesos, está otra que, cuando fue recién instalada, le obligaba a reducir la velocidad a 50 kilómetros por hora y que en este momento no se sabe a ciencia cierta a qué velocidad se debe transitar porque en cuestión de unos pocos metros cambia la señalización de 80 a 60. Lo que yo hago es bajar a 40 “por si las moscas”
Si usted llega vía aérea, tan pronto salga del Ernesto Cortissoz lo recibirá una cámara que le hará reducir la velocidad a 40 kilómetros por hora. De ahí en adelante si decide irse por la circunvalar se encontrará con aproximadamente 5 cámaras más hasta la entrada a Barranquilla
Dentro de la ciudad hay más cámaras que vendedores de ts-ts-ts semilla-e marañón. Algunas de ellas, por ejemplo, las instaladas frente a algunos colegios están justificadas, otras evidentemente puestas para que los más despistados caigan como en pesca milagrosa.
El año pasado tuve una experiencia surreal. Un familiar tuvo una emergencia médica muy delicada que requirió de desplazamiento en ambulancia. El conductor del vehículo en el que yo iba sentada en la silla del copiloto efectuó todas las maniobras posibles para llegar con la mayor rapidez a la Clínica Porto Azul ubicada en el corredor universitario. Como hacen todos los conductores que saben que el tiempo apremia para salvarle la vida al paciente que llevan, se pasó todos los semáforos en rojo y se metió en contravía. Cuando estábamos cerca a la clínica de repente redujo la velocidad a 60. Anonadada le pregunté que por qué hacía eso y me señaló con la boca la cámara. Supongo que cuando me vio la cara de desconcierto decidió entrar a darme explicaciones: “vea señora, lo que pasa es que a nosotros también nos ponen la multa”. Yo no podía creerlo.
Hace un par de meses tuve la fortuna de hacer un curso por un comparendo pedagógico y aproveché para preguntarle al instructor sobre la situación de las ambulancias y las fotomultas. La explicación que me dio fue que las cámaras no distinguen qué tipo de vehículo pasa excediendo la velocidad permitida. A las ambulancias le hacen el comparendo y después tienen que ir al tránsito a explicar el caso en particular para ver si se lo levantan o no. Continuó contándonos que como es un procedimiento engorroso los conductores de ambulancia prefieren bajar la velocidad para evitarlo.
O sea que si usted está en Barranquilla y le toca correr porque lo está persiguiendo un ratero prepárese para pasar el susto y después pagar la multa de la detección electrónica.
El exceso de cámaras que no cumplen con los requisitos mínimos de ley, como la señalización antes de los 500 metros y que están ubicadas en sitios donde no cumplen con una función distinta a sacarnos plata, debería estar dentro de los asuntos a exigir a nuestros dirigentes municipales para que tomen los correctivos necesarios. La alegría y la bacanería del barranquillero no se puede seguir confundiendo con la lambonería y la bobada.
Publicado: julio 6 de 2018