Leí hace poco esta reflexión en Facebook y me parece que cae de perlas en estas vísperas electorales.
Insisto en que la clasificación de las tendencias politicas en tres grandes categorías (derecha, centro e izquierda) es muy superficial y esquemática. En realidad, los grandes temas de la política son demasiado complejos y dan lugar a múltiples opiniones que no se dejan encasillar en conceptos tan simples.
En lo que concierne a la realidad práctica, parece preferible abordarlas desde otras perspectivas, como, por ejemplo, las de lo deseable y lo posible, las moderadas y las radicales, las realistas y las delirantes, las serias y las fatuas, etc.
A la luz del grotesco y sacrílego espectáculo que ofreció una tropilla de histriones la semana pasada frente a la iglesia del Voto Nacional en Bogotá, no queda duda alguna acerca de lo que verdaderamente se abre a la consideración de los colombianos el próximo domingo.
De un lado, aparece un candidato serio, Iván Duque, que mantiene un discurso coherente y centrado en las realidades de la Colombia de hoy; del otro, una partida de payasos que sigue las orientaciones de Gustavo Petro, cuyo camaleónico discurso cambia de un día para otro al tenor de las circunstancias.
Según la sabiduría popular, los niños, los locos y los borrachos dicen la verdad. Ya lo proclamaban los antiguos:»In vino veritas». Comenta Lola Morón en «El País Semanal» que más o menos lo mismo afirma el Talmud babilónico, cuando dice «Entró el vino y salió un secreto», y agrega después que «En tres cosas se revela un hombre: en su copa de vino, en su bolsa y en su cólera».
Al tenor de estas consideraciones, cabe preguntar a cual de los variopintos personajes que habitan en Petro conviene prestarle credibilidad, si al borracho que hace poco en Montería dijo que, lo mismo que Chávez, le gustaría salir a las calles a pregonar «Exprópiese, exprópiese», o al bufón que haciendo de Moisés exhibió unas tablas con la promesa opuesta y once más que entran en contradicción flagrante con lo que ha venido predicando en la plaza pública.
En rigor, como dicen en la Costa, Petro y sus compañeros de farsa son «caimanes del mismo charco». Tanto el Polo Democrático Alternativo como la Alianza Verde hacen parte del Foro de Sao Paulo, creado por Fidel Castro y Lula para promover el Socialismo del Siglo XXI en América Latina. Sus proclamas en favor de la propiedad privada, la libre empresa, la economía de mercado o el «capitalismo popular» son para atrapar incautos. El modelo que en últimas los inspira es el cubano, que no solo suprime las libertades económicas, sino todas las demás, pues está demostrado por la experiencia del siglo XX que la democracia socialista es incompatible con el pluralismo, no solo político, sino cultural. Socialismo radical y totalitarismo liberticida van de la mano.
Petro utiliza un eslogan engañoso que copió de su mentor, Chávez: la «Colombia Humana». Es un ropaje engañoso bajo el que pretende remozarse el marxismo en los tiempos que corren. En varios países se han formado partidos «humanistas» que pretenden revivir las tesis de Marx limándoles las asperezas que las desacreditaron bajo el régimen de la URSS y sus satélites. Pero aquí bien cabe aquello de que «Aunque la mona se vista de seda, mona se queda».
En efecto, el humanismo marxista es materialista y niega, por consiguiente, la dimensión espiritual del hombre.
El papa Francisco trae en «Evangelii Gaudium» una cita de Romano Guardini que es pertinente traer a colación ahora: «El único patrón para valorar con acierto una época es preguntar hasta qué punto se desarrolla en ella y alcanza una auténtica razón de ser la plenitud de la existencia humana, de acuerdo con el carácter peculiar y las posibilidades de dicha época».
Un humanismo auténtico promueve la plenitud de la existencia humana. Hay que preguntarse si el humanismo libertino y depravado que animan Petro y sus conmilitones conduce más bien a la degradación y, en últimas, a la destrucción del hombre.
Conviene abrir el debate acerca del verdadero significado de la dignidad de la persona humana, habida consideración de las manipulaciones que de tan sagrado concepto hacen personajes perversos del jaez de los cómicos de la legua que siguen a ese endemoniado, hijo del «Padre de la Mentira», que es Petro. Quizás se lleven una sorpresa cuando sepan que su impacto en el discurso político y jurídico contemporáneo viene de la encíclica Divini Redemptoris de S.S. Pío XI.
Hay payasos de distintas clases. Por supuesto que unos son amables y delicadamente humanos, como el «Calvero» de la inolvidable «Candilejas» de Chaplin. Pero a otros, como «Chucky», el payaso asesino, hay que sacarles el cuerpo. No en vano el ingenio popular ha identificado a Santos con ese maligno personaje. Y Petro es del mismo corte. Como bien lo ha escrito hoy Juan David Escobar Valencia en «El Colombiano», si Santos es el sida, Petro es la enfermedad mortal.
Publicado: junio 14 de 2018
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