Fue una batalla muy dura. No recuerdo nunca haber tenido que trabajar tanto en la defensa de mis ideales, en defensa de las políticas lógicas, en defensa del candidato indicado. Sinceramente estoy exhausto, siento que mi cuerpo pide darle una pausa al debate político. Pero mi mente me dice que no hay espacio para darse ese descanso, porque 8 millones de compatriotas votaron por la implementación de la demagogia como sistema político en nuestro país. Y eso es gravísimo.
Afortunadamente 10 millones de personas tuvimos la capacidad de votar bien. Iván Duque es sinónimo de seriedad, de viabilidad en los programas, y, Dios mediante, de que Colombia pueda retornar a una senda de mayor crecimiento económico. Por lo pronto puedo hacer una predicción sencilla: la inversión privada se va a disparar en la segunda parte del 2018 y el inicio del 2019 porque hay una inmensa cantidad de inversión represada. Quizás algunos lectores han oído sobre la famosa “cláusula Petro”, una adenda a los contratos que se comenzó a popularizar entre los inversionistas porque tenían dudas sobre cuál sería el trato que recibiría la inversión privada en una eventual administración de Petro. Conozco dos casos de proyectos de inversión extranjera que tenían atada la cláusula Petro, y un sinnúmero de personas que decidieron incluir la cláusula en los contratos de contraventa inmobiliaria. El hecho que Petro no ganó implica que estos negocios van para adelante, cuestión muy relevante para el crecimiento de la economía.
Pero, como argumentaba antes, es muy preocupante que ocho millones de personas hubieran caído en los cantos de sirena de la demagogia de la #ColombiaHumana, o que hubieran decidido votar por Petro por el odio brutal que sienten con todo lo que suene al presidente Uribe. Pienso que muchos jovencitos votaron contra Uribe, en gran parte porque ningún joven menor de 25 o 26 años se acuerda de cómo era Colombia en 1999. Cuando estos niños comenzaron a captar que pasaba a su alrededor, ya la historia de Colombia había cambiado radicalmente, ya Colombia NO era un estado fallido.
El anarquismo ambiental fue el otro gran triunfador de las elecciones del 17 de junio. Yo diría que varios millones de votos de Petro fueron función de su promesa de acabar con la industria petrolera en Colombia. Y sinceramente es que no sé qué más se pueda hacer al respecto. Por lo menos yo traté de explicarle a los jóvenes de todas las formas posibles que el celular que ellos usan para subir fotos a Instagram y Snapchat está hecho de petróleo y minería. “No me importa, igual NO más minería”, responden los muchachitos de hoy.
Pienso que la batalla del 2022 se va a enfocar en dos temas: (1) ambientalismo y (2) la desigualdad del ingreso. Y esta es una cuestión muy preocupante. Se que solo tenemos un mundo y hay que cuidarlo, pero como yo conozco muy bien Canadá y EEUU, sé que se puede producir minería y petróleo sin destruir el medio ambiente. Pero los argumentos no valen para los jovencitos de hoy en día, porque las nuevas generaciones son demasiado idealistas. Por el lado de la desigualdad, preocupa la fijación de la gente con ese concepto en vez de con la necesidad de acabar con la pobreza. Ganar la batalla contra la pobreza es un deber de la humanidad. Acabar con la desigualdad no lo es, y el enfoque en la desigualdad solo augura que políticas invasivas para con la economía pueden ganar más fuerza de acá en adelante. Y esa es, sin duda, una verdadera tragedia.
Publicado: junio 26 de 2018
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