El domingo pasado, luego de que los distintos candidatos pronunciaran sus discursos, unos celebrando su triunfo y otros aceptando su derrota, pudimos apreciar mejor los individuos que estaban detrás de esas elocuentes disertaciones que veníamos oyendo a lo largo de los últimos meses. Además, sabemos a qué atenernos con aquellos pasaron a la fase decisiva.
De exaltar, la prontitud y la dignidad con las que el candidato de Coalición Colombia, Sergio Fajardo, aceptó su derrota. Agradecimiento a quienes lo apoyaron en las urnas, “felicitación especial” para sus rivales reconociendo su triunfo y la no objeción a los resultados. Un señor.
No así Humberto de La Calle, quien a pesar de ser el mayor y el más curtido en esas lides, pronunció un discurso muy desafinado, recurriendo al manido cuento de los buenos y los malos y a odiosas amenazas de guerra. Una arenga llena de descalificaciones para quienes han objetado su acuerdo de paz, diciendo que han “llenado de fantasmas, farsas y obstrucciones un proceso de reconciliación con todas las garantías de éxito. La cizaña ha predominado y ha sobresalido”. No sé qué esperaba él, después de desconocer los resultados del plebiscito y de no haber levantado cabeza en ninguna encuesta de opinión. ¡Mal perdedor!
Ahora bien, parca, por decir lo menos, la intervención de Vargas Lleras quien, al juzgar por su actitud, no había considerado siquiera, la posibilidad de la derrota y, menos aún, en aquellos lugares de la geografía nacional donde se creía amo y señor de feudos políticos. Importante, sí, la oferta de su valioso programa de gobierno al candidato Duque quien, sin contraprestación alguna, sin duda sabrá bien aprovechar. La arrogancia, la antipatía y la ordinariez a la hora de relacionarse con el pueblo, le pasaron factura al político que llevaba décadas preparándose para presidente.
Capítulo aparte merece el ladino Gustavo Petro, quien a lo largo de su campaña sufrió una impresionante metamorfosis. Como dicen por ahí, de lobo pasó a abuelita y el lunes amaneció Caperucita. En su alocución, aunque maquillada de capitalismo, instó a la consabida y peligrosa lucha de clases, destiló resentimiento y revancha. Tiene clarísimo que el socialismo ya no llega al poder mediante la violencia y las armas, sino disfrazado de democracia. La misma estrategia de Chávez. El comandante alias “Aureliano” ¡presente!
Por último, la disertación de Iván Duque quien, en tono pausado, amable y conciliador con todos sus adversarios, propuso una Colombia unida, una Colombia donde imperen la seguridad, la justicia, el progreso económico, el orden y el respeto por todos. Detrás del político, un joven preparado, alegre, responsable y riguroso. Un buen colombiano.
Dos opciones, dos modelos de país para elegir. Petro, el Socialismo del Siglo XXI, convivencia y cogobierno con las FARC, el narcotráfico y la impunidad. Duque, la Colombia unida en busca de orden, decencia, paz con justicia, con verdad y con reparación a víctimas.
¡Duque es esperanza!
Cristina De Toro
Publicado: junio 2 de 2018
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