Los teóricos franceses consideran que en la primera vuelta, los ciudadanos votan por amor al candidato que más les gusta, mientras que en la segunda vuelta -cuando no pasa su candidato-votan por odio, en contra de aquel que definitivamente les desagrada.
En Colombia se implementó la figura del ballotage en la constitución de 1991. El objetivo era el de aumentar la legitimidad del presidente de la República. Aquel que no obtenga más de la mitad de los votos válidos, tendrá que medirse con el que le haya seguido en la votación.
En Argentina, por ejemplo, se implementó un mecanismo particular: si el candidato obtiene el 45% de los votos, ganará en primera vuelta. O si obtiene el 40% y una diferencia de más de 10 puntos porcentuales frente al segundo, también ganará.
En 1990, César Gaviria ganó la presidencia con el 49.9% de los votos. Su inmediato rival, el inmolado líder conservador, Álvaro Gómez Hurtado obtuvo el 24.6%. Gaviria estuvo cerca de la mitad, pero si hubiese existido ballotage, se habría tenido que someter a una segunda vuelta.
Desde que existen las dos vueltas, solamente Álvaro Uribe ha ganado en primera. En 2002 obtuvo el 53% y en 2006 el 62.3%.
Las elecciones de este año son distintas. Gracias a la presencia del candidato chavista Gustavo Petro, la subsistencia de la democracia está en grave riesgo. El discurso de ese candidato de la extrema izquierda es incendiario y amenazante. Los propietarios de la tierra han sido sentenciados: sus predios serán expropiados.
Igualmente, los bancos y la prensa libre serán perseguidos inclementemente, como ha sucedido en Venezuela a lo largo de los últimos 20 años.
Colombia necesita un presidente que garantice las libertades republicanas y es deber de la ciudadanía asegurar la subsistencia de nuestras instituciones.
No es este el momento de botar el voto. Todo lo contrario. Los votos, en momentos de peligro, deben ser útiles. De acuerdo con las encuestas, el candidato uribista Iván Duque está a muy pocos puntos de ganar en primera vuelta. Aquellos que han declarado que bajo ninguna circunstancia votarán por Petro, deben ser responsables y sensatos. Una segunda vuelta siempre será una amenaza. Cualquier cosa puede suceder. En 2014, el uribismo ganó en primera vuelta y la segunda vuelta, gracias a la corrupción del gobierno, Santos se impuso.
Así pues, es fundamental que los votos tengan utilidad real. Mucho se le ahorrará al fisco al no tener que llevar a cabo una segunda vuelta, pero sobre todo se está blindando desde ya mismo al país, a nuestra democracia y a nuestras instituciones.
Los electores de Vargas Lleras, De La Calle y de Fajardo que tienen claro que no votarán por Petro en segunda vuelta, deberían reflexionar en estas horas que faltan para las elecciones. En sus manos está, en buena medida, la seguridad de la democracia colombiana. Votando por Duque el 27 de mayo y llevándolo a la victoria ese día, se estará salvando la libertad de Colombia. Que el ejemplo de la tragedia venezolana sirva para concientizar a aquellos que no han querido reparar en la amenaza que encarna Gustavo Petro.
Publicado: mayo 24 de 2018
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