Los motivos por los que la Iglesia Católica pierde a diario seguidores en Colombia saltan a la vista. Un poco de obispos y sacerdotes cada vez menos comprometidos con los pobres, totalmente descuidados con la fe de los creyentes y entregados a la política.
Uno pensaba que el arzobispo de Bogotá, cardenal Rubén Salazar Gómez, había tocado el techo de la lagartería cuando hace algunos años le dio por ponerse las botas de un guerrillero. Desde luego que el purpurado tenía como objetivo en aquella oportunidad mojar toda la prensa posible del mundo. Hay personas que ven una cámara de fotografía o de televisión y se derriten. El señor Salazar es una de esas personas.
En la Semana Santa pasada el cardenal Salazar volvió a ser noticia. Escogió el púlpito para hacer política. Sin mencionarlos, se fue lanza en ristre contra los críticos de los procesos de paz con las bandas terroristas de las Farc y del Eln.
El religioso dijo por ejemplo que “la mentira se usa en el campo electoral para crear angustia y quiere llevar a la gente a una dirección. Es fundamental procurar la verdad (…) Decían que las Farc se iban a apoderar del país, ahora es el miedo al castrochavismo. Siempre nos tratan de mantener en el miedo. El miedo es el peor consejero, es destructor”.
Qué pena con el señor cardenal, pero no nos puede decir mentirosos a quienes afirmamos que las Farc trafican con droga. Para muestra un botón: unaparente amigo del prelado, conocido con el alias de “Jesús Santrich”, fue detenido hace poco más de un mes porque, según la justicia estadounidense, hacía parte de una organización criminal que pretendía enviar10 toneladas de cocaína al país del norte.
Sigamos, Su Eminencia: le cuento que las Farc y el Eln han sido un azote para la Iglesia Católica. Así por encimita, recuerde que fue el Eln el encargado de asesinar en 1989 al obispo de Arauca, monseñor Jesús Emilio Jaramillo. Adicionalmente, no está claro aún si las Farc fueron las autoras de la muerte aleve en 2002 de monseñor Isaías Duarte, arzobispo de Cali. Y lo de Bojayá, también en 2002, Colombia y el mundo lo saben: las Farc lanzaron un cilindro bomba contra el templo católico de este remoto poblado del Chocó y les causaron la muerte a más de un centenar de personas, entre ellas decenas de niños.
Con lo que no contábamos, señor cardenal, es que a usted le diera por acoger en una sede de la Conferencia Episcopal al tal Jesús Santrich. Vuélvase serio, Eminencia. Salga a la calle y pregúntele a la gente qué opina de la metida de pata de la Iglesia Católica con el tema Santrich. Pero, claro, usted con tal de tener contentos a Álvaro Leyva y a Iván Cepeda se apunta para cualquier locura.
Para empezar, yo no creo que usted esté dispuesto a darles cabida en su casa a los miles de colombianos que están privados de la libertad. Además, si Santrich se quiere dejar morir de hambre ese es su problema.
No hay derecho a que las Farc sigan pasando por encima de la justicia. No me queda claro aún si el fiscal general sabía que a Santrich lo iban a recluir en una casa dedicada a la oración. En cuanto al ministro de Justicia, no hay duda de que le está guardando la espalda a su jefe Juan Manuel Santos, quien, con toda seguridad, impartió la orden para que Santrich fuera sacado de La Picota.
Pero mis temores van más allá. Quién puede garantizar que Santrich no huirá. De hecho, le quedará muy fácil con los custodios que tiene actualmente: unas pobres monjitas cercanas a la santidad y unos curitas que en la vida no han visto un arma.
Publicado: mayo 17 de 2018
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