Desde comienzos de año, se viene oyendo que el candidato chavista, Gustavo Petro tocó techo en las encuestas y que su candidatura no implica ningún riesgo para nuestro país. Falso. Petro ha sido mejor candidato de lo que muchos esperaban. Ha sabido conquistar y consolidar un nicho de electores, a través de un discurso irresponsable que resulta atractivo para un amplio sector de la sociedad.
Lo suyo es el populismo y hay que decirlo, ese tipo de discursos no se pueden responder desde la lógica ni la argumentación. Mal hacen quienes creen que sacando fórmulas matemáticas para demostrar que las propuestas de Petro son macroeconómicamente insostenibles, lograrán evitar que éstas sean acogidas con pasión en algunos segmentos de la opinión pública.
Desafortunadamente, desde la razón es imposible contener un mensaje de corte populista como el del chavista Gustavo Petro, quien sigue recorriendo a Colombia, llenando plazas y despertando la ira en algunas comunidades históricamente maltratadas por el Estado, a las que él se están encargando de llenar de odio y rencor.
Petro no deja de crecer, razón por la que los demócratas colombianos, cuando aún faltan 3 semanas para las elecciones, deben hacer un alto en el camino y reflexionar sobre el futuro de nuestro país.
El aspirante urbista, Iván Duque sigue de primero en todas las encuestas y su candidatura es cada vez más sólida. La semana pasada, una persona tan importante como la senadora Sofía Gaviria –vocera natural de las víctimas del terrorismo de las Farc- adhirió a él. Aquel respaldo resulta de singularísima relevancia, por el peso moral y político de la senadora Gaviria.
A pesar de ello, la fuerza de Duque no parece suficiente para imponerse en primera vuelta, con lo que se abre la puerta para un escenario demasiado riesgoso: un ballotage entre el candidato del Centro Democrático y Gustavo Petro.
Las multitudinarias manifestaciones del chavista Petro no son gratuitas. Su campaña ha costado miles de millones de pesos y para todos es sabido que esos recursos tienen un origen evidente: Venezuela. El régimen de Maduro tiene dificultades económicas, pero se equivocan quienes creen que está arruinado. A Venezuela continúan entrándole ríos de dólares por concepto de la explotación y exportación de petróleo, dinero con el que la dictadura ha logrado seguir martirizando al pueblo y, de paso, financiando candidatos afectos como es el caso de Gustavo Petro.
Difícilmente un empresario colombiano querrá subvencionar la campaña petrista, esa misma que amenaza con expropiaciones y aumentos desaforados de impuestos para asfixiar a la industria. Así que el grueso de los recursos de esa campaña, como lo ha denunciado el columnista Mauricio Vargas Linares, están entrando por la frontera oriental.
Una eventual victoria de Petro, será un bálsamo para la satrapía venezolana que con el paso de los años se ha quedado sola. Ecuador, Brasil y Argentina han logrado salir del gobierno izquierdista. Hoy por hoy, a Maduro los respaldan ciegamente el zángano que gobierna a Bolivia y el genocida que rige los destinos de Nicaragua.
Los intereses superiores de nuestra democracia deben anteponerse a la sed de poder de quienes defienden el régimen de libertades. En estas elecciones está en juego el futuro definitivo de nuestra nación. Una victoria de Petro, será una estocada mortal a los valores republicanos.
Que nadie se llame a engaños: Petro no dejará de crecer y si aquellos que se le oponen no se unen cuanto antes, resultará muy difícil impedir su victoria en la segunda vuelta, en la que exacerbará su discurso populista y continuará sembrando el odio de unos contra otros. Esa fórmula, en un país con tantas diferencias sociales y económicas, parece estar funcionándole al peligroso candidato chavista.
Publicado: mayo 7 de 2018
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