Hace un par de semanas nos encontrábamos en una correría política en el departamento del Quindío junto con el doctor Alejandro Ordóñez y el presidente Álvaro Uribe, estábamos haciendo campaña a favor de la Gran Alianza por Colombia, representada en los doctores Iván Duque y Marta Lucía Ramírez.
En medio de un discurso el presidente fue interrumpido por una llamada telefónica, en ésta lo alertaban desde el alto gobierno sobre un posible atentado en su contra. Por su puesto la advertencia no fue desatendida, pero colmado por una indescriptible valentía, el presidente Uribe continuó hablándole con amor patriótico a los quindianos.
Son épicas las narraciones que relatan las ya muchas ocasiones en las que Uribe se ha salvado de ataques criminales en su contra, es bien sabido que al narco-terrorismo le resulta incomoda, por no decir menos, la lucha que el hoy senador sigue dando. Sin duda por esto mismo es que no sacien sus ansias de querer asesinarlo.
Recordemos que como alcalde de Medellín y gobernador de Antioquía, Álvaro Uribe había recibido serias amenazas contra su persona, no es de olvidar que su padre fue víctima de un ataque inclemente por la subversión y en éste perdió la vida. También su hermano Santiago fue emboscado, y aún hoy sigue siendo blanco de embates, pero esta vez desde los estrados judiciales.
La información indica que el complot se fragua entre criminales locales, que dicho sea al paso, nos preguntamos: -¿a cuáles sectores del país les interesa deshacerse de Uribe? ¿Serán los mismos que le gritan paraco?- y fuerzas internacionales tales como el SEBIN de Venezuela, los mismos que apresaron a Lorent Saleh y a Gabriel Valles; y el G-2 cubano, que es el brazo armado y de inteligencia militar de la isla comunista de Cuba. ¿Qué tal esos garantes de la paz?
Lo cierto es que desde siempre hemos sostenido que atentar contra la vida del presidente Uribe desataría una gravísima crisis en nuestra República, tan sólo basta con revisar la historía para comprender que el país no toleraría un magnicidio de tales proporciones y generaría un cataclismo mucho peor que el del 9 de abril, habría un “colombianazo” y esto la Nación lo debe evitar.
Espero que esta columna sirva de reflexión, para que aquellos insensatos sepan que la violencia es la forma menos indicada de zanjar las diferencias políticas y que en definitiva la mayoría de los colombianos estamos del lado del presidente Álvaro Uribe, a quien desde este espacio le expresamos nuestra solidaridad.
Publicado: mayo 9 de 2018
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