Los despistados que sinceramente creen que el exterrorista del M-19, el chavista Gustavo Petro no impondrá un régimen totalitarista en Colombia, deberían darle una mirada a lo que acaba de suceder en Venezuela con ocasión de las elecciones tramposas que acaba de llevar a cabo el tirano tropical, Nicolás Maduro.
Cuando el salvaje Hugo Chávez llegó al poder, convocó a una constituyente que redactó una Carta a la medida de sus necesidades. Con esa norma en la mano, se puso en marcha la cacareada “revolución bolivariana”, estructura ilícita que condujo a Venezuela a la miseria absoluta. Desde 1998 hasta la fecha, el régimen corrupto de Chávez y ahora de Maduro se ha concentrado en el saqueo de la riqueza de ese país, mientras que las libertades humanas fueron perfectamente conculcadas. La oposición ha sido perseguida, los inconformes con los desmanes del régimen han sido asesinados. Los medios de comunicación perseguidos y censurados. Cientos de miles de venezolanos se han visto forzados a salir de su país huyendo del brazo criminal de la pandilla de Maduro, Diosdado Cabello, el general Vladimir Padrino y demás criminales que rigen los destinos de esa desvalida nación.
En buena medida, la dictadura en ese país pudo consolidarse gracias a los cómplices de la misma. El único gobierno que le hizo frente al chavismo fue el de Álvaro Uribe, quien no dudó un instante en denunciar los abusos y desmanes del chavismo.
Santos y su ministra de relaciones exteriores, durante muchos años voltearon la mirada ante los crímenes de Maduro. Con su silencio, se convirtieron en los cómplices por excelencia de ese régimen mafioso y asesino. Cuando la oposición imploraba una actitud de firmeza de Santos, éste respondía abrazando y respaldando a los más brutales miembros de esa dictadura.
Hay que recordar que Santos y la canciller Holguín promovieron la designación de Ernesto Samper –otrora testaferro político del cartel de Cali- como secretario general de Unasur, entidad que se ha convertido en el principal respaldo de ese régimen en la región.
Nadie podrá olvidar cuando Samper, responsable del magnicidio del doctor Álvaro Gómez Hurtado, aseveró que con Maduro, Venezuela estaba en buenas manos.
Que nadie se llame a engaños: Petro sería un gobernante como Maduro, pero aún más radical e intransigente. Maduro empezó manejando un bus en Caracas, mientras que Petro se forjó cometiendo actos de terrorismo y barbarie en su condición de cabecilla del M-19, banda asesina que causó un monumental derramamiento de sangre en nuestro territorio nacional.
Petro no le teme a la violencia. Él es experto en la combinación de todas las formas de lucha. Él, en su momento, ordenó el secuestro de personas inermes. Ahora, para quitarles sus bienes no propone plagiarlos, pero sí expropiarlos a través de la utilización brutal de la fuerza oficial.
Ninguna democracia respetable ha reconocido el proceso electoral que acaba de cumplirse en Venezuela.
Para Petro, que hace 25 años fue el maestro e instructor de Chávez, la de Venezuela no es una dictadura. Es imposible que él juzgue con severidad a un régimen que pretende emular si es elegido presidente de la República en las elecciones de este año.
Los que tengan dudas de lo que es capaz de hacer el señor Petro, bien vale que miren bien lo que sucede en Venezuela, que observen la tragedia humanitaria que se padece en ese país y el desplome de la economía de un Estado que hasta no hace mucho tiempo era uno de los más prósperos de nuestra región.
Publicado: mayo 21 de 2018
Los comentarios están cerrados.