Cuando los colombianos pensábamos que habíamos visto todo en materia de concesiones y gabelas para la guerrilla de las Farc, una nueva perla, de manos del infausto gobierno de Santos, “resplandece” en el panorama: el narcoterrorista y miembro de la dirigencia guerrillera alias Jesús Santrich es beneficiado (a pesar de tener a cuestas una solicitud de extradición del Departamento de Justicia de los Estados Unidos en su contra), por el sinsustancia del ministro de Justicia, cuyo nombre ni siquiera recuerdo, con detención a cuerpo de rey (en este caso a cuerpo de obispo), en una sede de la Conferencia Episcopal.
Al mejor estilo de los tiempos de Pablo Escobar, Santrich tiene su propia “catedral”, en la que podrá hacer lo que le plazca: incluso asilarse para evadir la acción de la justicia. A Escobar lo secundaba el cura García Herreros, mientras que al “ciego” que nunca vio las 10 toneladas de cocaína que estaba negociando con un cartel mexicano, lo apoya la alta dirigencia eclesiástica, con algunas honrosas excepciones, como los respetables obispos Pedro Mercado y Alirio López. La historia se repite: del Búnker a La Picota, luego a un hospital y, finalmente, a una habitación llena de “santidad”. Nada de raro tiene que Santrich se salga con la suya.
El “pobrecito” de Jesús Santrich cuenta, además, con el respaldo irrestricto del presidente Juan Manuel Santos y de los subalternos de este, quienes han mostrado públicamente su consternación ante la posible muerte por inanición, como consecuencia de la huelga de hambre que inició Santrich hace varios días. La consideración y la alcahuetería con uno de los mayores criminales de la historia de Colombia ha sido la constante, desde que los norteamericanos decidieron echarle mano con justa razón y en buena hora a ese miserable. El supuesto motivo del traslado de Santrich es lograr que vuelva a comer. ¿Desde cuándo un bandido puede extorsionar al Estado con tamaña estupidez? Después de todos los horrores que ha perpetrado Santrich en su macabra existencia, que muera de hambre viene siendo una especie de premio, digo yo.
Gracias al precedente creado por la “doctrina” jurídica Santos-Farc, y a la luz de la Constitución, en lo que se refiere al derecho de igualdad de todos los ciudadanos frente a la ley, es claro que cualquier preso podría en lo sucesivo alegar los mismos argumentos que los abogados de Santrich (Iván Cepeda y Álvaro Leyva), para que los trasladen a mejores aposentos, sin importar la gravedad de los delitos que se imputen. Contrasta la benevolencia del Gobierno en este caso con la saña instrumentalizada por el INPEC, en sumarios en los que de verdad el procesado se encuentra gravemente enfermo. También es imposible dejar de rememorar la ausencia de cualquier halo de misericordia de las Farc con sus secuestrados. Un solo ejemplo de miles: el mayor Guevara murió en cautiverio por falta de un medicamento. Ni los ruegos ni las lágrimas de su pequeño hijo pudieron condoler a los degenerados de la guerrilla, esos mismos que hoy reclaman para Santrich derechos y garantías.
La Iglesia católica le debe muchas explicaciones por este impresentable episodio a la sociedad colombiana. No quiero pensar que la decisión de prohijar a Santrich obedece a las veleidades que, desde la juventud, ha tenido el papa Francisco por la izquierda radical y sus ideas. Ya se ha vuelto costumbre advertir cómo el “representante de Cristo” en la Tierra, se abraza con tiranos comunistas, mientras les da la espalda a sus víctimas.
Piensen en esto, queridos lectores: mientras ustedes ofrendan dinero a la Iglesia católica a través de la figura de la limosna, esos recursos son empleados para darle cobijo a un delincuente de la peor laya. ¡No hay derecho!
Jesús Santrich debe ser extraditado, como en derecho corresponde; ya pasaron aquellas épocas en la que los genocidas compraban bulas papales para ganar indulgencias y el perdón de sus pecados.
La ñapa I: La información que sobre Juan Manuel Santos tienen las Farc ha de ser muy sórdida, como todo lo del tartufo. Es la única explicación posible para un arrodillamiento tan indigno y humillante: no hay registros de un presidente tan genuflexo.
La ñapa II: El farsante de Antanas Mockus está enfermo para darle explicaciones a la autoridad electoral sobre su evidente inhabilidad para ser Senador, pero hizo campaña como si nada. Si sabía que estaba discapacitado mentalmente, ¿por qué engañó a sus electores y guardo silencio? No solo robando se hace delincuente un hombre, hay otras formas más sofisticadas, que no menos reprochables, de lograrlo.
La ñapa III: Un afectuoso saludo a las madres en su día: sin ellas no habría vida sobre la Tierra.
Publicado: mayo 13 de 2018
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