Gustavo Petro es, sin lugar a dudas, un personaje bastante particular. Es la mezcla criolla del Comandante Chávez, aquel que despilfarró la riqueza del País más rico de América, y un clásico dictador soviético… de esos que llevaron a la miseria a una de las naciones más importantes del mundo en nombre de la lucha de clases.
Es además un sujeto que ya tiene preparado su dedo expropiador, aquel súper poder que solo tienen los populistas empedernidos con el que quiere empezar a quitarle las tierras a cuanto propietario legítimo exista. Primero, sentenció a Incauca. Segundo, a Álvaro Uribe. Quién sabe qué persona siga después, pero si llega al poder tengan la seguridad que todos estaremos en la lista.
Y, por si fuera poco, es un personaje que pareciera vivir en un interminable cuento de hadas, donde los recursos son ilimitados y un árbol mágico ubicado en el patio del Palacio de Nariño expide billetes gratis por montón para financiar todas sus fantasías.
El hecho que no haya cumplido las interminables promesas que realizó en su campaña a la Alcaldía de Bogotá no es culpa de su arrogancia, ni de su incapacidad de trabajo en equipo, ni mucho menos porque prometió lo divino y lo humano, sino es responsabilidad de la espantosa oligarquía bogotana que le bloqueó todos los frentes de acción… curiosamente las mismas explicaciones que da el narco-régimen venezolano cuando trata de justificar lo injustificable.
Ahora, en su campaña a la Presidencia está volviendo a prometer el cielo y la tierra, pero, fiel a su estilo, de manera paralela emprende una guerra contra el sector privado con estigmatizaciones injustificadas: los ganaderos son paramilitares, los ingenios azucareros son latifundistas y el sector minero energético es tan dañino que hay acabarlo.
El Comandante Petrosky, sin embargo, tiene todas las credenciales para ejercer como Comandante en Jefe de las Fuerzas Militares: ya tiene la experiencia en combate y conoce perfectamente el funcionamiento de las guerrillas, mejor, de hecho, que cualquier General, dado que vivió esa experiencia en carne propia.
Colombia no puede caer en manos de un populista que motivado por un conjunto de resentimientos personales piensa destruir al sector privado, expandir desproporcionadamente el gasto público y llevar al país a un abismo interminable del que difícilmente nos recuperaríamos.
¡Duque Presidente!
Publicado: mayo 11 de 2018
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