La captura del cabecilla de las Farc Jesús Santrich, en momentos en que negociaba la venta de miles de kilos de cocaína con un cartel mexicano, nos confirma lo que desde siempre hemos denunciado en el Centro Democrático respecto a la falta de sinceridad y arrepentimiento legítimo de las Farc.
A nadie debe sorprender que esa organización guerrillera continúe en sus actividades ilícitas, pues el acuerdo que celebraron con Santos, erigido sobre una base de impunidad, les permite seguir cometiendo toda suerte de crímenes.
Los cabecillas de las Farc deberían estar en una prisión, pagando por los delitos que cometieron, respondiéndoles a sus víctimas, contando la verdad de los hechos y reparando el daño causado y no negociando toneladas de coca con delegados del temible “cartel de Sinaloa”, tal y como estaba haciendo el hoy capturado Jesús Santrich.
Las Farc no han hecho cosa distinta que mentir y engañar a los colombianos. Cuando adelantaron el supuesto desarme –nadie saber realmente qué armas entregaron-, dijeron que tenían unos trapeadores, unos rollos de papel higiénico y algunas vacas flacas como único patrimonio con el que repararían a sus víctimas. Gracias al trabajo serio y comprometido de la Fiscalía General de la Nación, hemos descubierto que esa guerrilla tiene un patrimonio inmenso, el cual está siendo confiscado para efectos de ser vendido y el dinero producto de esa transacción, entregado al fondo de víctimas.
Un delincuente que no esté arrepentido y que no pague ningún castigo por los crímenes cometidos, difícilmente dejará de violar la ley. Es el caso del cabecilla de las Farc, Iván Márquez, el más despiadado y cínico criminal que tiene esa guerrilla. Se ha descubierto que a través de un sobrino, no solo continúa liderando el tráfico de drogas hacia los Estados Unidos, sino que montaron un aparato delictivo para robarse el dinero destinado a la implementación de los acuerdos y la financiación de los proyectos productivos de los desmovilizados de las Farc.
Como puede notarse, a Márquez le tiene sin cuidado la suerte de sus subalternos en la guerrilla que esperaban la puesta en marcha de dichos proyectos productivos para efectos de tener una alternativa que les permitiera una subsistencia digna, por fuera de toda actividad criminal.
Las Farc han mentido en todos los aspectos posibles. Respecto de los menores reclutados forzosamente, no devolvieron a la totalidad de los niños que tenían en sus filas. Y es bueno que demos el debate y como sociedad le preguntemos a esos delincuentes qué paso con aquellos menores. Es cierto que miles de niños fueron sacados de sus hogares, pero muy pocos han regresado. ¿Dónde están? ¿Los asesinaron y luego desparecieron sus cadáveres? ¿Los vendieron como si fueran mercancía a otros grupos armados ilegales? Tenemos que conocer la verdad, pero sobre todo, debemos esforzarnos por lograr que ese crimen tan doloroso no quede impune.
Muy bien que Santrich haya sido apresado y posiblemente termine extraditado hacia los Estados Unidos. Ese delincuente merece pasar el resto de sus días tras las rejas. Pero también necesitamos que los cerebros y ejecutores del mayor reclutamiento de menores de edad en la historia reciente de la humanidad, sean llevados ante la justicia para que respondan por ese delito que no es ni amnistiable ni indultable.
Publicado: abril 16 de 2018