Toda sociedad tiene sus normas, y no hablo exclusivamente de las que encontramos en un papel, como la Constitución, los Códigos, los Decretos etc., no. Hablo de normas que la misma sociedad se autoimpone para mantener una sana convivencia. En principio, podríamos decir que la mayoría de estas normas tienen un origen religioso, pero no todas lo son.
Los doble moralistas son aquellas personas que critican, señalan, juzgan o incluso condenan cierta actitud o ciertos hechos, pero al mismo tiempo cometen esos mismos hechos u ostentan esa misma actitud. Es decir, hay quienes posan de castos, pero practican la promiscuidad; o quienes fungen de defensores de derechos, pero paralelamente los violan. Usted, que está leyendo esto muy seguramente identificará en su espectro personas con este perfil, puesto que abundan.
Por ejemplo, muchas organizaciones estudiantiles o sociales en Colombia levantan la voz ante cualquier “atropello” -que, bajo la perspectiva de ellos se esté cometiendo-, no solo en nuestro territorio sino en cualquier parte del mundo, ya que el “imperialismo” atenta contra los intereses del “proletariado”. Pero simultáneamente guardan silencio ante otros atropellos que también se cometen, como por ejemplo los generados por parte de la fuerza pública venezolana en contra de jóvenes estudiantes, o por colocar un caso más reciente, las protestas que hoy tienen desarrollo en las calles de Nicaragua contra el gobierno de Ortega, en donde incluso ya se registran varios muertos. Mencionemos otro caso, cuando hubo un derrame de petróleo, generando afectación ambiental, “muchos” sentaron su voz de protesta, pero esos mismos “muchos” guardan silencio cuando la Farc o el Eln atentan contra los oleoductos. Y es aquí donde uno se pregunta: ¿hay represiones buenas y represiones malas?, ¿hay bombas buenas y bombas malas?, ¿hay asesinatos buenos y asesinatos malos?, ¿hay extorsión buena y extorsión mala?, ¿hay daño ambiental bueno y daño ambiental malo?, ¿o hay corrupción buena y corrupción mala? En lo personal digo que no. Represión es represión, bomba es bomba, asesinato es asesinato, extorsión es extorsión, daño ambiental es daño ambiental y corrupción es corrupción, venga de donde venga, todos son actos execrables, que merecen castigo social y pena judicial.
La sociedad actual –y no hablo solo de la colombiana- se ha enfrascado en tales disyuntivas, generando así cierta actitud de permisividad y hasta complicidad, llegando hasta el extremo peligroso en donde lo incorrecto es correcto, y a lo ilegal se le cobija con impunidad. Este tipo de escenarios solo contraen el avance de nuestra sociedad.
Basta ya de esos dobles moralismos, que socavan nuestra sociedad y pudren la tierra, tierra que debería ser mejor cuidada y regada para que de allí surjan y florezcan liderazgos y emprendimientos que aporten en favor de esta nación. Seamos coherentes, por favor.
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