Y había empezado mal con una traición: no tanto por haber negociado con las Farc, sino por el desmedido alcance y las consecuencias de las negociaciones al ritmo extorsivo de las armas. Se vulneró la democracia al desconocer la voluntad popular, se socavaron las instituciones, se descuidó la Seguridad Democrática, se perdieron 15 años de lucha contra el narcotráfico y se consagró la impunidad para las Farc en una justicia a su medida.
Lo único que le quedaba a Santos era la credibilidad externa del proceso, gracias al lobby internacional que, con alto costo para el país, le valió su espurio Nobel de Paz. Pero la cuestionable gestión de la ONU -cobra la bicoca de $135 mil millones-, los hallazgos de corrupción en los recursos para la paz, que incluyen a Marlon Marín, sobrino de Márquez, socio de Santrich en narcotráfico y también comisionista de proyectos con tarifa del 20 %; y para rematar, la captura del mismo Santrich, terminaron despertando recelo en la comunidad internacional.
Entretanto, cuando escribo estas líneas los noticieros dan cuenta de ocho policías asesinados en Urabá por el Clan del Golfo, y dos líderes sociales por el ELN, que en enero había demostrado de lo que es capaz para mantener al Gobierno sentado en la mesa de Quito: 7 policías muertos, 41 heridos, cuatro voladuras de oleoducto y hostigamientos a municipios indefensos.
En febrero, las disidencias de las Farc volaron una torre de energía y dejaron sin luz a San José del Guaviare, y en marzo volaron dos más y, por enésima vez, apagaron las luces y la esperanza de la sufrida Tumaco. El mismo día secuestraron a tres periodistas ecuatorianos, que terminaron asesinando en abril de manera infame. ¿Dónde quedó la paz de los comerciales del SÍ, la que florecería después del acuerdo?
Pero no es solo la seguridad lo que mal acaba. Aunque el Gobierno quiera decorar el escenario, en 2017 la economía creció apenas un lánguido 1,8 %; la industria se desplomó con crecimiento negativo de -0,6 %; el comercio, con IVA al 19 %, sufrió una caída de -0,9 % y con proyecciones pesimistas. El desempleo volvió a dos dígitos y la deuda externa, que Santos recibió en USD 64 mil 792 millones, llegó en 8 años hasta USD 124 mil 389 millones, equivalentes al ¡40,2 % del PIB!
Las vías 4G y los megaproyectos están semiparalizados porque la corrupción espantó a la banca local, mientras el Gobierno ofrece el oro y el moro a financiadores externos. Se les cayó el puente de Chirajara, el túnel de La Línea sigue de aplazamiento en aplazamiento, a la Ruta del Sol hasta el mismo sol se le está ocultado, y lo peor es que todos tan tranquilos, comenzando por las exministras de la adición ilegal (Parody – Álvarez) para la construcción también ilegal de la transversal Ocaña- Gamarra.
La corrupción fue la impronta del gobierno Santos, que hizo y dejó hacer. Reficar, Odebrecht, los carteles de los cuadernos, los pañales, la alimentación escolar, la hemofilia, el sida y hasta de los locos para desfalcar a Colpensiones, además del vergonzoso cartel de la toga. Parece que todos robaban y corrompían a todos, con el Gobierno en primera fila.
Lo que mal acaba…, cuando menos acaba. El sol saldrá para Colombia el 27 de mayo, cuando elegiremos a Iván Duque.