Se requiere ser un hombre, un padre afiliado a la Internacional Comunista, para ponerle a un hijo el nombre del jefe de la revolución bolchevique rusa. Claro que un padre o madre son libremente irrespetuosos para estigmatizar, de por vida, a un inocente bebé, con una nominación extraña, ridícula o burlesca. Ya siendo adulto, es posible que al denominado Lenín le haya traído réditos en la militancia izquierdista y permanecido con el paterno encargo.
El Presidente del Ecuador, Lenín “Ivanovich” Moreno, es un hombre que rescata a su país de las manos chaviceras del “correísmo dialéctico”, rama ecuatoriana del Socialismo del siglo XXI inventada por un dictador venezolano. El Presidente Moreno, además, ha tenido que defenderse de las ambigüedades diplomáticas y militares del Jefe de Gobierno colombiano, Juan Manuel Santos. El cruce de conductas y de estrategias de estos gobernantes confunde a los ciudadanos de ambos países y de toda América Latina, sobre todo por la conducta política de Santos que ha querido desviar responsabilidades de su gobierno, como es la tolerancia con las Farc, presuntamente disidentes, con los efectos colaterales del maltrecho acuerdo de paz con los farianos y el fallido intento de diálogo con el Eln.
El problema viene de atrás cuando Rafael Correa ejercía la presidencia, con su estilo autoritario, ególatra y permisivo con las Farc. Durante años el vecino territorio sirvió de refugio a esta guerrilla colombiana, al tráfico de armas por canje con cocaína en los puertos ecuatorianos de Manta y Guayaquil, según testimonio de guerrilleros transportistas. Pero lo más grave es el aporte económico de las Farc a las campañas electorales de Rafael Correa por valores que van entre 300 y 500 millones de dólares, fáciles de irrigar en el mercado, pues en el Ecuador el dólar es la moneda oficial. Correa nunca quiso, por lo tanto, operar contra las Farc en su territorio, hasta que el Presidente Uribe ordenó bombardear y desmantelar el campamento de Raúl Reyes, comandante financiero de las Farc y de Rafael Correa. Así lo señalan los documentos encontrados en los computadores decomisados a Reyes, por la tropa colombiana.
En reciente entrevista a CNN, el Presidente Lenín Moreno, que también fue fórmula vice-presidencial de Correa, pone cara de sorpresa sobre una información que conocíamos los colombianos hace algunos años. Pero Lenín Moreno se hace el tonto, el que desconoce estos datos, por razones de “conflicto de intereses” o porque es un ignorante de lo que no le conviene investigar, así lo anuncie.
Mientras tanto los muertos y los secuestrados servirán de distractor y embeleso sentimental de los gobernantes en ambos lados de la frontera. Y las Farc muriéndose de risa en Bogotá, porque de nuevo se meten en la agenda electoral colombiana, no obstante el minúsculo número de sufragantes por sus listas y el estruendoso estallido del Secretariado con la captura de “Jesús Santrich”, brazo traficante de Iván Márquez, hoy Jefe militar y político de las Farc.
Ecuador y Colombia tienen una muy antigua fraternidad de pueblos y gobiernos. Bolívar tuvo especial afecto por ese pedazo de la Gran Colombia. Fue en la hacienda Pisanqui donde el Libertador pernoctó con la quiteña Manuelita Sáenz, su amor más leal y notorio, cuando trotaba en sus campañas por la independencia. A partir de los hechos autonomistas de los habitantes del puerto de Guayaquil, 1820, que proclamaron la Provincia Independiente, las tropas colombianas llegaron en su auxilio solicitado a Bolívar, al mando del mariscal Antonio José de Sucre quien luego, el 22 de mayo de 1822, habría de derrotar a los españoles en la batalla de Pichincha. De ahí se derivará el encuentro entre Bolívar y San Martín, Guayaquil, el 26 de julio de 1822, para que Bolívar continuara su tarea hasta llegar a Bolivia con el beneplácito de San Martin, Protector del Perú.
¿Qué hará ahora Lenín, sin Bolívar y San Martín? ¿Qué loca suerte embargará a Juan Manuel sin Timo, por enfermo, y sin Santrich, por narcotraficante? Tuvieron razón los del No cuando el plebiscito. La tienen hoy cuando la historia, que no es una película, comprueba la cleptocracia de Santos y sus paniaguados en la administración pública y en las candidaturas presidenciales. Quod erat demostrandum.
Publicado: abril 25 de 2018
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