Esta vez los que votamos por el No en el Plebiscito del 2 de octubre de 2016, somos testigos de lo que anunciamos cuando nos opusimos a la farsa de La Habana, cuyas consecuencias se encuentran en el ojo del huracán.
Los propios protagonistas de tan publicitado festín de impunidad, feroces comandantes de las Farc, se han quitado la máscara, mostrándose tal como son: líderes del mayor cartel de narcotráfico del mundo.
El paso de los meses nos dio la razón a quienes cuestionamos esas negociaciones espurias, que lo único que pretendían era lavar millones de dólares, producto del tráfico de cocaína y, de paso, garantizar la libertad para los cabecillas de las Farc. Negocio redondo para ellos, burla infinita para el pueblo colombiano.
En La Habana no se estaba firmando un acuerdo de paz, ni se estaba negociando la desaparición de esa guerrilla, nada de eso. En tierras cubanas lo que se llevó a cabo fue un pacto privado, plagado de buenas intenciones e intereses económicos que, por lo visto, terminará en una espiral de violencia que enfrentará al estado colombiano con el narcotráfico mundial.
Así de simple. Porque esa organización está profundamente dividida, y al interior de su cúpula existen desavenencias que no se resolverán por ahora, como diría su fallecido aliado Hugo Chávez.
Por lo visto, las Farc tienen dos alas: una encabezada por alias Timochenko, que aparentemente es política y está comprometida con el acuerdo firmado con Santos; y otra, cuyo líder es alias Iván Márquez, está completamente relacionada con el narcotráfico y, como indican las evidencias, no tiene entre sus planes, renunciar a los multimillonarios ingresos que recibe como fruto de sus operaciones delictivas.
Por eso, seamos honestos: la paz con las Farc es una vil mentira, una falacia más que se suma a ese cargamento de engaños que se han maquinado en Colombia desde el 7 de agosto de 2010. ¿Cómo es posible hablar de paz, cuando el narcotráfico en su mayor nivel de sofisticación, es el principal protagonista? ¿Quién pude hablar de paz, cuando una de las partes que estuvo sentada en la mesa, no pudo acabar con una de sus peores guerras internas?
¡Qué vergüenza! Otra vez Colombia como hazmerreír del planeta entero, posicionado como país de carteles y narcos, de políticos untados de cuanta porquería existe; triste paradigma de lo que no debe ser, pero lamentablemente es.
La narco-paz ataca de nuevo. Que el gobierno no hable de disidencias como meras bandas criminales, porque las Farc no son una bacrim, sino un cartel conectado con las mafias más poderosas del mundo.
En la presente campaña presidencial, más que escándalos y marrullas para atajar a Duque, -que es líder en todas las encuestas-, sería oportuno que los grupos que están tramando zancadillas y cortinas de humo para atacar al Centro Democrático, puedan ofrecernos respuestas contundentes, porque la narco-paz se está tragando el establecimiento. #MejorAcabamosLaMermelada
Con todo respeto: Da asco ver la televisión colombiana en su hora prime. ¿Vamos a seguir vendiendo lo peor de nuestras miserias, como referente de un país que es mucho más que narcos y prepagos? Si seguimos en estas, apague y vámonos.
“Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda.” Dr. Martin Luther King, Jr.
Publicado: abril 25 de 2018
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