Lo sucedido esta semana con la captura de Jesús Santrich es grave y constituye un fuerte golpe contra un acuerdo espurio, derrotado en urnas y resucitado por el gobierno Santos con artimañas legales. La contundencia de las pruebas contra el narcotraficante Santrich no dan lugar a interpretaciones, aunque sus compañeros de armas, periodistas diabéticos de mermelada y políticos como Iván Cepeda y Roy Barreras insistan en buscarle una alternativa de salvación a la consecuencia inevitable que debería tener: la extradición inmediata a los Estados Unidos.
A Santrich lo capturaron junto a Marlon Marín (sobrino de Iván Márquez), Armando Gómez España (padre de la ex reina Carolina Gómez) y Fabio Younes Arboleda. Resulta inverosímil que cuatro personas pudiesen orquestar el envío de 10 toneladas de cocaína a los Estados Unidos. Detrás de este multimillonario negocio hay una enorme estructura y hasta ahora no tenemos información de quienes son los que la conforman. Si esa información se llega a divulgar, probablemente se le daría la estocada final al acuerdo que ya ha sido violado en varias oportunidades, a saber: hasta ahora, las Farc no han entregado la totalidad de los niños reclutados (secuestrados), tampoco han entregado la totalidad de sus armas (la evidencia de esto es la disidencia que hasta ahora supera los 1.500 hombres armados hasta los dientes) y tampoco han entregado la verdadera lista de bienes (recordemos los supermercados y los inmuebles en el Ecuador).
Las Farc han sido el grupo de narcotraficantes más grande del mundo y su estructura criminal es enorme. Lograron mediante el acuerdo con Santos convertirse en grupo político y que les asignaran curules gratis en el Congreso de la República sin haber dado la información de la forma cómo está constituida su estructura mafiosa. Hasta ahora no sabemos quiénes son sus socios en el negocio del narcotráfico, cuáles son las rutas, etc., y ahora entendemos la razón: esa estructura delictiva aún se encuentra en uso.
Que Santrich haya reincidido no es sorpresa. Lo que sí sorprende es la reacción de algunos periodistas y de políticos afectos al régimen de Santos. Comentarios como que la situación legal de un hombre no puede afectar la seguridad de 50 millones de colombianos deja entrever una amenaza latente: si se judicializa a Santrich las Farc vuelven al monte y vuelven las muertes. La realidad es que las Farc nunca han dejado el monte. Una parte de su estructura salió, pero para hacerse al poder político y detrás dejaron a muchos hombres que siguen secuestrando, reclutando, matando, extorsionando y traficando drogas. Se ha dicho también que les parece inverosímil que un hombre ciego pueda traficar drogas, aunque no les haya parecido improbable que ese mismo hombre ciego fuese un terrorista líder del Bloque Caribe de las Farc. También han dicho que les preocupa que lo sucedido fortalezca el argumento de la derecha de que los excombatientes siguen delinquiendo, como si esto no fuera un hecho a la vista de todos los que pueden ver un noticiero o leerse un periódico independientemente de su afiliación política. Ese tipo de comentarios mezquinos evidencian que su verdadera preocupación radica en las consecuencias políticas que lo de Santrich pudiera acarrear. Porque, por encima de todo, lo que no admiten bajo ninguna circunstancia es dar la razón a los del No, que dijimos que el verdadero motor de la guerra era la coca y que sin políticas efectivas para su lucha los problemas en Colombia continuarían.
Finalmente nos enteramos esta semana que el gobierno tiene un proyecto de decreto para declarar a las Farc como “población especial” para que puedan participar de un proceso de asignación de tierras. En castellano: a las Farc les van a regalar tierras. A esas mismas Farc que durante casi 60 años desangraron a nuestro país, a los peores criminales, terroristas, asesinos, traficantes, violadores, secuestradores de niños los van a premiar con tierras, mientras que a sus víctimas no se les da ni justicia.
A Santrich solo nos resta agradecerle por haber sido tan idiota, no por delinquir porque esa es su naturaleza, sino por haberse dejado atrapar a menos de 50 días de la contienda presidencial. Los colombianos que hasta ahora no habían querido creer que el No tenía la razón saldrán masivamente a votar por el único partido que defendió a capa y espada la legalidad e institucionalidad del país: el Centro Democrático.
Publicado: abril 13 de 2018