Nadie tiene dudas de que el proceso contra Luis Alfredo Ramos, por presuntos vínculos con grupos de autodefensas, está erigido fundamentalmente sobre el testimonio de unos testigos que al cabo del tiempo reconocieron que les ofrecieron dinero o beneficios a cambio de que mintieran ante la corte suprema de justicia.
Carlos Enrique Areiza fue uno de los falsos testigos que declaró en aquel proceso. Sin sustento alguno, aseveró que Ramos había sostenido una reunión con el jefe paramilitar alias Ernesto Baez para coordinar acciones políticas de forma conjunta.
Ese testimonio sirvió para que la corte suprema de justicia ordenara la captura de Ramos pocos días después de que manifestara su intención de buscar la candidatura presidencial uribista en el año 2013.
Estuvo privado de la libertad durante más de 3 años, respondiéndole a la justicia por el decir mentiroso de Areiza y de otros testigos falsos que llegaron al extremo inaudito de ofrecer un video como prueba de los vínculos de Ramos con los paramilitares. El video jamás fue entregado porque simple y llanamente no existe.
Al ver que su testimonio contra Ramos era insostenible, Areiza confesó que el senador comunista y cercano a la banda terrorista de las Farc, Iván Cepeda, le habría ofrecido dinero para que declarara en contra del exgobernador de Antioquia, del senador José Obdulio Gaviria, del expresidente Uribe y de su hermano Santiago.
En una carta remitida a la corte suprema de justicia, Areiza denunció estar recibiendo presiones de parte de Iván Cepeda, razón por la que aceleró su colaboración con la justicia.
Confesó haber mentido en el caso de Luis Alfredo Ramos y se acogió a sentencia anticipada.
En diciembre de 2016, cuando las Farc y Santos firmaban el acuerdo espurio a pesar de que el pueblo había manifestado su rechazo en el plebiscito del 2 de octubre de aquel año, la justicia condenó a 3 años de prisión a Areiza, además de otorgarle el beneficio de detención domiciliaria.
Es evidente que Carlos Enrique Areiza era un hombre que sabía mucho. No tuvo temor en alzar su voz para confesar cómo había sido sobornado y presionado para que declarara en contra de importantes figuras del uribismo.
Al mejor estilo mafioso, ese mismo que utilizan las Farc cuyos cabecillas continúan traficando cocaína, Areiza fue asesinado. Seguramente, quienes ordenaron ese crimen creen firmemente en la tesis de Stalin que sostenía que matando al hombre, se acababa el problema. Y está claro que Areiza sí que era un problema para aquel o aquellos que lo indujeron a mentir en los procesos penales contra el uribismo. Es fundamental que la justicia investigue a fondo y establezca cuanto antes quién mató al falso testigo Carlos Enrique Areiza.
Publicado: abril 17 de 2018
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