La destitución de la mujer de confianza y mano derecha de Rafael Pardo, Gloria Ospina, quien gerenciaba el multimillonario presupuesto del denominado posconflicto, no es la solución a los problemas de corrupción de este gobierno en el que el erario ha sido saqueado con total impunidad.
Rafael Pardo fue designado para administrar el posconflicto. Las personas nombradas para la administración del presupuesto asignado a la implementación de los acuerdos con la banda terrorista de las Farc fueron seleccionadas por él, empezando por Gloria Ospina quien además de ser despedida del denominado fondo Colombia en paz, deberá ser llevada ante los estrados judiciales. Su novio, el profesor universitario Iván Fernando Cifuentes, comanda un cartel de beneficiarios de multimillonarios contratos a través de la empresa Caimo.
- Sobre el particular, le recomendamos leer Ferias y fiestas.
A las cosas hay que llamarlas por su nombre. La gran prensa capitalina ha sido en extremo delicada y cuidadosa con el manejo de este escándalo por cuenta de que en el medio del mismo está el señor Rafael Pardo, con estrechos vínculos con una de las más poderosas cadenas radiales de Colombia.
Pardo, supuestamente incapacitado por asuntos de salud, es el responsable directo de lo sucedido, pero ello no exime de responsabilidades a Juan Manuel Santos.
En la única actividad de gobierno en la que Santos ha hecho microgerencia ha sido, precisamente, todo lo relacionado con el proceso con la banda terrorista de las Farc. Él ha estado encima de todos los detalles y sabe perfectamente cuál es el presupuesto para la implementación de los acuerdos y el destino de esos recursos.
Santos no está exonerado de ninguna responsabilidad. Botando a la cuestionada Gloria Ospina quien tenía montado un fabuloso negocio con su novio el profesor Cifuentes, no se soluciona el problema.
Como todos los grandes proyectos del gobierno santista, el del posconflicto fue erigido con un criterio puramente corrupto. El objetivo de los funcionarios de la Casa de Nariño no era el de invertir esos recursos en proyectos productivos para evitar que los desmovilizados reincidan, sino en adelantar multimillonarias contrataciones direccionadas y en las que más de uno metió la mano.
Santos, que se fue por el mundo engañando gobierno con el cuento de la paz y de la necesidad de financiar el posconflicto con dineros de la cooperación internacional, está en el deber de empacar su maleta y volver a todos esos países a los que les sacó centenares de millones de dólares, para confesar que sus lugartenientes, empezando por Rafael Pardo, propiciaron el desfalco más vergonzoso de que haya memoria.
Pensando en trascender como un gobernante que hizo la paz, el legado de Santos será uno muy distinto al que él proyectaba. La suya será recordada como la presidencia de los saqueos, de la persecución a los políticos de la oposición y del silenciamiento cobarde de los periodistas que no se dejaron sobornar por los millonarios contratos que regaló su administración.
Publicado: abril 10 de 2018