La de Sergio Fajardo, de lejos el peor candidato que ha tenido Colombia en los últimos años y Humberto De la Calle, un aspirante ridículo e inviable, será la alianza de los derrotados.
No está claro que el consejo nacional electoral autorice la unión de esos aspirantes. En elemental aplicación de las normas, dicha alianza es imposible por cuenta de que De la Calle tiene un compromiso emanado de la consulta liberal del año pasado. Pero tratándose un tribunal mediocre y politiquero como en efecto es el CNE cuyos magistrados son unos campeones en el prevaricato, no debe sorprender que la mayoría de sus integrantes aprueben la cacareada unión entre el aspirante de los Verdes y el arquitecto del endemoniado acuerdo con los terroristas de las Farc.
Nada bueno saldrá de esa unión. Difícilmente sectores tan disímiles e impopulares podrán construir un consenso político que resulte atractivo para los ciudadanos. Las candidaturas de Fajardo y De la Calle no despiertan mayor entusiasmo, precisamente porque ellas representan lo que los colombianos mayoritariamente rechazan.
En un país que votó en contra del acuerdo Santos-Timochenko, la opción de Humberto De la Calle es perfectamente inconveniente. Él, que con toda soberbia aseguraba que era imposible hacer un mejor acuerdo, es el responsable de lo que hoy estamos viendo: unas Farc impunes, caminando por las calles, desafiando a sus víctimas, robándose el dinero de la financiación estatal de las campañas políticas, con miles de supuestos “disidentes” armados hasta los dientes, intimidando, extorsionando y traficando cocaína.
Por su parte, Sergio Fajardo, además de ser un candidato gaseoso, insustancial, lizo, sin posiciones definidas, cometió el error estratégico de seleccionar como fórmula suya a la pendenciera, conflictiva, sectaria, agresiva y violenta Claudia Nayibe López.
¿Qué puede salir entonces de una alianza entre Fajardo y De la Calle? Absolutamente nada novedoso, ni importante. Son dos candidatos que se han pauperizado con el paso de la campaña, sin mayor atractivo ni posibilidad. Tanto el uno como el otro no son dueños de ningún nicho, razón por la que su electorado no es cautivo y en poco tiempo, como le sucedió a Fajardo, éste se fue hacia otras candidaturas.
La derrota de Fajardo y De la Calle será, ante todo, moral. Es un voto de castigo por lo que son y por lo que representan. A De la Calle, el pueblo lo fustigará vehementemente por haberle entregado la democracia a la banda terrorista de las Farc a través de lo que él desafiantemente llamó “mejor acuerdo posible”.
Si el desprestigiado consejo electoral le da vía libre a la alianza Fajardo-De La Calle, ésta será una sociedad de perdedores, algo así como si dos fábricas que se encuentran en bancarrota y sin mercado para vender sus productos, resuelven fusionarse. No saldrán de sus líos. Al contrario, se hundirán mucho más rápido de lo previsto.
Publicado: abril 3 de 2018