Revisando la lista de candidatos al Congreso, encuentro que son muy pocos los que merecen ocupar una de esas curules: antaño, dichas dignidades estaban reservadas para los mejores, desde todo punto de vista; pero hoy vemos a tontarrones que no se han ganado nada y que tampoco han servido para nada, así como también a individuos de muy bajo pelambre y a muchos otros, representantes de oscuros intereses, oficiando de “padres de la patria” o con intenciones de serlo. En fin, así es la democracia, y el Congreso es la muestra condensada de nuestra sociedad. ¡Qué le vamos a hacer, si tenemos un parlamento decadente y mediocre! “Eso es lo que hay”, como reza el aforismo popular.
Nada en la vida es absoluto. Por eso insisto en que hay gente muy buena, decente y preparada que va a repetir y que también se postula por primera vez, al lado de corruptos dinosaurios que llevan años lucrándose del erario; hoy todos son candidatos, y esas aspiraciones habrán de concretarse o frustrarse el próximo domingo 11 de marzo, día de elecciones. De algo tengo certeza: hay muchos ciudadanos de esa nutrida, variopinta y singular lista, por los cuales jamás votaría ni siquiera bajo presión extrema. He aquí el ranking de unos cuantos, a falta de espacio:
Roy Barreras, el camaleón por antonomasia, se arrima al árbol que más sombra dé. Un hombre con convicciones tan elásticas y alambicadas que lo único seguro con él es la traición. Barreras representa todo lo que Colombia quiere olvidar de la política. No puedo imaginar un vomitivo mejor.
Iván Cepeda, más lleno de odio que otra cosa y con una retorcida sed de venganza convertida en un espectáculo mediático del que ha conseguido, deliberadamente, el mejor marketing político entre la “mamertería irracional”. Cepeda es de los que piensa que los crímenes de la guerrilla son simples pilatunas que merecen ser aplaudidas. Al margen de su afecto por esa plaga de la subversión, el hecho de que siempre luzca sucio y desaliñado me genera aún más desconfianza.
Con iguales veleidades por Timo y compañía e ideas marxistas como Cepeda, entran en la nefanda selección Navas Talero y Ángela Robledo. El primero, por falta de talento, no pudo ser un abogado destacado y debió conformarse con presentar un “programita” de medio pelo, llamado Consultorio Jurídico. El señor Navas no hace más que destilar resentimiento y frustración, ya saben por qué. Y la representante Robledo se la pasa vociferando calumnias histéricamente contra todo lo que no huela a izquierda, para luego retractarse de dichas afirmaciones, cuando es conminada por sus desafueros ante la autoridad respectiva.
Juan Manuel Corzo, célebre expresidente del Senado, cuyo único aporte a la democracia consistió en dormirse repetidamente en el hemiciclo de esa corporación mientras la dirigía. Hombre de una insustancialidad infernal, incapaz de hilvanar tres frases para darles sentido. El señor Corzo es un monumento a la estulticia. De la misma cuerda es Laureano Acuña, menos “inteligente” que el anterior y más ordinario que un yogurt de yuca.
Horacio José Serpa tan solo tiene para mostrarle al país que es hijo de Horacio Serpa, y que estuvo en el Concejo de Bogotá, gracias a los votos de su progenitor. Se trata, pues, de una “monarquía disfrazada”, en donde un “rey” en franco e inatajable declive entrega el poder a su gris delfín. He aquí otra “joya” del desteñido liberalismo: Julián Bedoya, un expolicía expulsado de esa institución, por un robo de armas, que también se hizo pasar como abogado, hasta el día que debió aceptar ante un medio de comunicación que solo había cursado unos cuantos semestres de esa carrera. Ese “prócer” será senador por Antioquia, mientras la Corte Suprema impulsa una investigación contra él, por supuestamente ser el amo y señor del Sena en el bajo Cauca. Adivinen quién se lo entregó. Sobre Gustavo Bolívar solo puedo decir: ¡qué horror!
Si la política es un asco, no es casualidad: la tragedia es consecuencia directa de lo mal que solemos votar los colombianos, pero, como la democracia es tan generosa, cada cuatro años nos da la oportunidad de enmendar los errores. No lo hagamos por nosotros, sino por nuestros hijos, porque, como vamos, les dejaremos un pedazo de tierra, que estará lejos de ser un país.
La ñapa I: Ramsés Vargas hizo lo correcto al renunciar a la Rectoría de la Universidad Autónoma: no se puede poner en riesgo la educación y las ilusiones de tantos alumnos, por la permanencia en el cargo de un directivo. Ahora bien: que las autoridades investiguen con rigor, exentos de presión y con respeto al debido proceso. Si encuentran irregularidades, que caiga todo el peso de la ley contra Vargas y aquellos que lo hayan secundado.
La ñapa II: La “sapería” del gobernador de Bolívar Dumek Turbay no tiene parangón. Proponer que el puente más extenso del país se llame Celeste, como homenaje a la nieta de Santos, es un acto bochornoso que solo demuestra la pequeñez de un funcionario que jamás debió llegar a ese puesto.
Publicado: marzo 4 de 2018