Un reciente artículo en prensa escrita de Darío Ruiz Gómez, denunciaba cómo ciertos sujetos que militan y ejercen actividades civiles, desde hace muchos años, se quitan la capucha y aparecen como señores “impolutos” que se dedican al comercio, a la administración de negocios legales, a la pedagogía, a profesiones liberales, a rentistas y finanzas, etc. Son la nueva “burguesía” que sale del capullo clandestino de la guerrilla, son los testaferros de propiedades e inversiones en Colombia y otros países del Caribe y del extenso mundo globalizado, por supuesto inclusive donde Alá es amo y señor.
Los socios de la empresa transnacional La Capucha S.A. es efectivamente anónima. Sus invisibles socios aparecerán, poco a poco, sin registro de importaciones, sin figurar en la lista Clinton y sin prontuario, pues viene del mundo de las tinieblas. Y en las tinieblas se ubican miles de combatientes que hoy están bajo el cuidado del Estado como reinsertados, mientras sus “comandantes” pasarán a cargos en el Congreso y otros serán activistas políticos remunerados. ¿Dónde están las masas, el pueblo aclamador de sus salvadores, al que saludaba Timochenko desde las gradas del acto en Cartagena, al momento de firmar el “Acuerdo Final” con un bolígrafo encabado en el casquillo de una bala de ametralladora .60? ¿Dónde están el proletariado, los descamisados y los “luchadores sociales” que saldrían a las calles y a las urnas cantando “La Internacional”? Un vacío que han tratado de llenar con los 50 mil votos obtenidos en las elecciones del 11 de marzo, 50 años de violencia por 50 mil admiradores.
Fortuna para ellos que sin botas y sin votos obtienen diez cupos en el Congreso. Iván Márquez, experimentado parlamentario de otra época, pasará a ser el verdadero jefe de la Farc, asesorado por el bufón Santrich. Mientras el ciudadano Rodrigo Londoño se irá apagando sin mando político y sin sufragios.
Petro será el ex guerrillero que toma la bandera de toda la izquierda y no tendrá enemigos a la zurda porque hasta su derrota electoral próxima, amilanados y obsecuentes estarán los neo-izquierdistas como Fajardo y la antigua guardia como Jorge Enrique Robledo, una persona decente que ve perder en lontananza, a su antigua y medradora compañera Clara López.
¿Qué papel va a jugar el próximo Congreso? En general la opinión pública considera que ese cuerpo legislativo tiene como tarea expedir leyes, mediante la iniciativa de los congresistas. Pero los proyectos que implican gasto público originario le corresponde al poder ejecutivo, es decir, al Presidente de la República y a sus ministros. El oficio de presentar, discutir y aprobar leyes o actos legislativos, reformatorios de la Constitución, son la clave para definir las posiciones del gobierno. Pero no es solo esta labor. La principal tarea de un congresista es aplicar la vigilancia al Ejecutivo y sus funcionarios, seno donde deben hacer los debates sobre los planes y conductas de los altos funcionarios. Ese el espacio para el control constitucional. El congresista hace de la palabra una fiscalización y con ello se califica ante sus electores. Menos leyes, más debates sobre la estructura del Estado y actuaciones de los altos funcionarios. En esos estrados se miden la capacidad y formación del elegido. También la incompetencia de los electos y de los congresistas en ejercicio.
He ahí la importancia del Congreso en una democracia. Un Presidente sin mayorías en el Congreso, queda sin gobernabilidad. En ese escenario, la pasta de gobernante se pone a prueba. Por lo tanto, jugados en las elecciones recién pasadas, con trampas que no le prosperaron al gobierno, como la falta de tarjetones para la consulta, volveremos a votar armados de la razón en democracia, mientras ellos siembran su propia desgracia.
Publicado: marzo 20 de 2018