Vuelvo sobre un tema que he tratado varias veces en las últimas semanas.
A riesgo de parecer monotemático, insisto en que el núcleo del venidero debate electoral versa sobre si hay que implementar el NAF tal como se lo convino con las Farc o , por el contrario, ponerle freno y tratar de enmendarlo.
No me cabe duda de que la primera alternativa nos sitúa en el camino del narcochavismo, sea por la línea dura que traza Petro o la blanda de Fajardo o De La Calle.
No hay que ignorar que el NAF está fríamente calculado para ubicar a las Farc en el umbral del poder por el que han venido luchando a lo largo de más de medio siglo. Todas las prerrogativas que ahí se les concedieron tienden a convertir a las Farc en un partido hegemónico que goza de ventajas inconcebibles dentro de un sistema democrático, cuya esencia radica en la garantía del libre juego de todos los protagonistas del escenario político.
Las Farc han sido enfáticas en mantener su vocación revolucionaria inspirada en los dogmas del marxismo-leninismo. En todos los tonos han manifestado que su propósito es instaurar el socialismo en nuestro país y aspiran a que el próximo gobierno sea de transición hacia esa meta. Sus modelos son Cuba y Venezuela. Promueven, por consiguiente, el castrochavismo.
Petro, a pesar de las mentiras que dijo en su reportaje con Vicky Dávila, va en esa dirección.
Envuelto en una nebulosa de indefiniciones y gestos con los ojos y las manos, Fajardo, a quien prefiero llamar Farcjardo, anda por el mismo camino, aunque sin la contundencia de Petro.
Lo presentan como candidato del empresariado antioqueño, pero sus compañeros de viaje son la Alianza Verde y el Polo Democrático Alternativo, que hacen parte del Foro de San Pablo (Vid.
Foro de Sao Paulo).
Y este Foro, que es un peligro para la democracia, es obra del concurso de Fidel Castro y Lula. Su propósito es conducir a América Latina hacia el socialismo, así sea bajo la apariencia mendaz del Socialismo del Siglo XXI que predicaba Chávez y cuya ferocidad se ha puesto de presente con el régimen de Maduro.
Es curioso que Petro exhiba su grupo motejándolo de «decente» y lo mismo diga de sí mismo el inefable Farcjardo. Ya habrá oportunidad de verificar cuán decentes son el uno y el otro. Por lo pronto, parece que integran una curiosa «Liga de la Decencia», bien diferente por cierto de las que otrora velaban por la guarda de las buenas costumbres tanto en la vida pública como en los ámbitos privados. Por lo que se conoce, uno y otro son bastante rousseaunianos en achaques de moral, pues predican la virtud en lo público, pero no le guardan mucho miramiento en lo que a la vida familiar concierne.
Un amigo asegura haber visto un reportaje gráfico de Farcjardo en el que este exhibía sobre su escritorio un retrato del tristemente célebre Che Guevara. Si uno admira a ese monstruo, algo le falla dentro de su estructura moral. Recomiendo al respecto el libro de Nicolás Márquez,
«El Canalla: la verdadera historia del Che».
Es claro que Petro es un lobo que intenta a veces cubrirse con una piel de oveja que definitivamente no le calza bien, pues no logra disimularle las orejas, los colmillos, las garras y el pelaje. Así intente emitir balidos, lo que sale de su boca son aullidos aterradores. Farcjardo, en cambio, deja la impresión de ser «una oveja con piel de oveja», como en su momento dijo Churchill de Attlee. Pero a su lado grita Claudia López y se advierte la ominosa presencia de Cepeda, a quien no puede uno dejar de comparar con una hiena.
Piense bien cada votante en las consecuencias de su elección. Si opta por los candidatos que siguen a Petro, a Farcjardo o a De La Calle, no se queje el día de mañana si las Farc le imponen su coyunda.
Yo, por mi parte, anuncio mi voto por el Centro Democrático. Para el Senado, lo haré por Paola Holguín, cuyas credenciales están de sobra bien acreditadas. Y para la Cámara votaré por Margarita Restrepo, denodada defensora de los niños reclutados y las mujeres abusadas por las Farc.
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: marzo 1 de 2018