Estos últimos meses han sido especialmente difíciles para la niñez de nuestra amada Colombia. El abandono estatal, la crisis por la que atraviesa la institución de la familia y la inseguridad creciente que se vive en todo el País son algunos de los factores que nublan el futuro de las nuevas generaciones de compatriotas.
De acuerdo al ICBF, en el 2017 se registraron 29 casos diarios de maltrato infantil y aproximadamente 375.000 niños fueron víctimas de trabajo infantil, lo cual es el equivalente a la población total de una ciudad como Neiva.
Asimismo, los colombianos conocimos la inaceptable cifra de 27 niños que fallecieron por desnutrición en La Guajira y, a pesar de tantos anuncios, las Farc, en su infinita arrogancia protegida por el gigantesco manto de impunidad del que gozan, no se dignaron a devolver a los miles de niños reclutados de manera forzosa.
Desafortunadamente, en lo corrido de este 2018 el panorama parece no mejorar. Los colombianos hemos conocido casos aberrantes como las fuertes agresiones en el Inem de Medellín, la muerte, con signos de tortura, de un niño de 7 años en Maicao o el fallecimiento del pequeño bebé venezolano por desnutrición en Santa Marta.
Ante estas dolorosas situaciones, es imperioso tomar acciones urgentes y contundentes. Tal como lo hemos advertido en estos difíciles años de oposición, el Gobierno solo se centró en negociar el futuro del País con las Farc, abandonando las demás necesidades por las que atraviesa la Nación.
Como consecuencia, se han generado las condiciones para que la niñez colombiana quede a la deriva, sin rumbo y sintiendo las consecuencias de la falta de solidez institucional y el mal ejemplo que genera la impunidad al terrorismo y la delincuencia.
Por estas razones, es necesario que, en primer lugar, el actual Gobierno en estos 6 meses que le quedan, busque redimirse en algo y tome acciones de choque para proteger a los niños de un País que está atravesando por una difícil situación económica y social.
En segundo lugar, el próximo Gobierno que se posesione el 7 de agosto tiene que tener como prioridad la protección a la niñez y a la familia, entendiendo que el ejemplo es el mejor argumento de autoridad, que la atención en salud para los más vulnerables es algo innegociable, incluyendo los desesperados migrantes venezolanos, y que la formación de las nuevas generaciones se debe dar en un contexto de transmisión de principios y valores que actúen como el faro moral de la vida de los colombianos.
Como tal, una sociedad que se despreocupa y abandona a los niños, se está abandonando a sí misma. Ellos son el futuro, los próximos responsables de dirigir las riendas de esta Nación y, debido a esto, requieren de toda la atención posible en el presente, de tal manera que se puedan cimentar correctamente las bases de un próspero futuro.
A pesar que en el espectro político puedan existir diferencias, todas las ramas del poder público y la sociedad deben llegar a acuerdos sobre aspectos fundamentales de la vida nacional, tal como lo es la protección a la niñez.
Publicado: febrero 9 de 2018