En los últimos días, los voceros más obsecuentes del santismo, de la izquierda y de sectores desafectos a las ideas conservadoras, se han unido para liderar un ataque sistemático contra el aspirante presidencial Alejandro Ordóñez, calificándolo con los peores epítetos posibles.
La campaña de desprestigio contra Ordóñez es evidente, lo cual pone en evidencia que para bastos sectores su candidatura resulta incómoda.
Es innegable que la presencia de Ordóñez en esta campaña política ha servido para que un sector significativo de la sociedad vea en él al vocero natural de unas ideas que durante muchos años han estado huérfanas de liderazgo. En tiempos en los que el discurso de la diversidad empieza a hacer carrera y a posicionarse en la agenda política, Ordóñez se constituyó en el representante de aquellos que, aunque respetuosos de las tendencias de unas minorías, consideran que valores fundamentales de la sociedad deben ser rescatados, empezando por el reposicionamiento de la familia tradicional.
Que Ordóñez se oponga al aborto, no lo convierte, como se ha intentado, en un perseguidor de las mujeres que por una u otra razón deciden o están dispuestas a interrumpir sus embarazos. Que Ordóñez enarbole a la familia como aquella figura que parte de la unión de dos personas de diferente sexo, no hace que él sea una persona que desde la presidencia de la República vaya a liderar iniciativas de política pública que atenten contra los derechos de las parejas del mismo sexo.
Una persona debe ser medida por sus ejecutorias y no por lo que sus enemigos, con claro interés electorero, aseguren que puede llegar a hacer. Alejandro Ordóñez estuvo más de 7 años al frente de la Procuraduría General de la Nación y no existe evidencia alguna de que desde ese importante cargo, haya utilizado su poder para perseguir a alguien por sus ideas políticas, tendencias sexuales o creencias religiosas.
En repetidas oportunidades, a lo largo de esta campaña, Ordóñez ha recordado que como jefe del ministerio público, sancionó funcionarios de todos los sectores. Es verdad que le impuso una sanción de inhabilidad a Piedad Córdoba, por sus vínculos con las Farc, de acuerdo a las pruebas contenidas en los computadores incautados al jefe terrorista alias Raúl Reyes, pero no es menos cierto que exministros de Uribe, como Sabas Pretelt y Andrés Felipe Arias y la exdirectora del DAS, María del Pilar Hurtado, también fueron sancionadas por él con sendas inhabilidades para ocupar cargos públicos.
Son muchos los que se escandalizan porque Ordóñez hable y lo haga duro, sin rodeos y sin pretender ser “correctamente político”. Lo hace ahora y lo hizo en el pasado.
Para Santos y las Farc, su presencia en la procuraduría resultó francamente incómoda. Desde allí, Ordóñez advirtió con toda certeza que el acuerdo con las Farc, para que fuera sostenible, debía incluir elementos reales de justicia para los responsables de delitos de lesa humanidad. Así mismo, alertó sobre la inconveniencia de habilitar a los máximos cabecillas de las Farc para ocupar cargos públicos, sin haber respondido judicialmente por sus delitos. En palabras suyas, era necesario que antes de llegar al Capitolio, los hombres de Timochenko debían pasar una temporada en La Picota.
Hace poco, Ordóñez participó en un foro académico en el que tuvo oportunidad de debatir de frente con Piedad Córdoba. Allí, la fogosa exparlamentaria no ahorró esfuerzo alguno para descalificar a quien fue su juez disciplinario, acusándolo de corrupto. Ordóñez, como correspondía, le reviró en tono fuerte, inquiriéndole por sus vínculos con las Farc y por su posible manipulación de pruebas de supervivencia de secuestrados.
En una sociedad adormecida por el embrujo de la supuesta paz, la voz estridente de un candidato como Alejandro Ordóñez levanta ampolla, sobre todo en los grandes medios de comunicación que están de rodillas ante el gobierno de Juan Manuel Santos. Esos mismos medios que sin sonrojarse hicieron campaña abierta a favor del SÍ en el plebiscito , hoy son los que no ahorran adjetivos para descalificar a Ordóñez quien en estos meses de campaña logró posicionarse ante un sector de la sociedad que encontró en él la persona que supo interpretar su descontento.
De ahí lo importante que resulta la permanencia de Ordóñez en la coalición, después de las elecciones del próximo 11 de marzo. Si él no es el ganador, quien obtenga la victoria deberá saber que Ordóñez es una pieza clave en el proyecto político con el que se evitará que la izquierda se quede con la presidencia de la República.
Publicado: febrero 15 de 2018